jueves, 23 de diciembre de 2010

Jueves de pintura: Gérôme.

Aunque el título parezca cursi, me he propuesto dedicar cada jueves a una pintura o autor, analizándola más o menos según se preste. Buscaré variedad e intentaré escoger pinturas menos conocidas o de segunda fila (pero no por eso de menor calidad), porque la vida de la Mona Lisa se puede encontrar en cualquier sitio.

Jean Léon Gérôme  - 1889, Bethsabée, Louvre.


Empezamos con un pintor (probablemente «el pintor ») del Academicismo Francés. Se entiende por Academicismo Francés el estilo o tendencia, sobretodo pictórica, que seguía a rajatabla los preceptos inmovibles de la Académie de Peinture de Paris. Sus obras se caracterizaron por su poca originalidad e innovación ya que se basaban en unos principios que no habían cambiado en siglos. Fue en este mismo período (que abarca más o menos de 1840 a 1900) cuando eclosionaron el Realismo, el Impresionismo o el Simbolismo entre otros.

No obstante, a pesar de ser una tendencia nada innovadora, muchas de sus obras destacan por su elevada factura y sobre todo por la capacidad que tienen de evocar épocas pasadas y países lejanos.

El cuadro nos muestra a la mítica Betsabé, esposa del rey David, lavándose a primera hora de la mañana en las terrazas de su palacio. La composición es simple, el suelo delimita el lugar donde ocurre la escena, en un segundo plano aparece una imagen brumosa de la antigua Jerusalén. Gérôme pinta pocos elementos: unas jardineras con flores, una alfombra, un taburete con las túnicas y dos recipientes para el agua. La sirvienta aparece vestida de azul intenso, pero es la desnuda figura de Betsabé la que capta nuestra atención al recortarse sobre el fondo con precisión.

Lo más fascinante de esta obra es probablemente la luz. Gérôme pinta con gran habilidad los colores de las primeras horas de la mañana, con una luz blanquecina, pálida pero intensa que se refleja en el inmaculado cuerpo de Betsabé. A la izquierda se observan los primeros rayos del sol, tiñendo las nubes de naranja. Al fondo aparece la legendaria Jerusalén con sus blancos edificios. El pintor capta a la perfección la atmosfera solitaria del amanecer, la ciudad y el palacio parecen adormecidos aún mientras Betsabé se baña de forma sosegada como si fuera la única persona despierta.

Jean Léon Gérôme consigue captar un instante brumoso pero preciso en un territorio lejano y fantasioso, con una heroína sensual e inmaculada que desde lo alto de su palacio otea el mundo a sus pies mientras se lava y se perfuma.