miércoles, 31 de agosto de 2011

Obsesiones Arquitectónicas: la Catedral de San Isaac.

Isaakievskyi Sobor (Catedral de San Isaac) de San Petersburgo (1818-1858) de August de Montferrand.
Obra que ejemplifica y culmina la monumentalización de San Petersburgo en estilo neoclásico emprendida bajo Yekaterina II la Grande (1762-1796) y continuada bajo sus nietos Aleksandr I (1801-1825) y Nikolayi I (1825-1855), en el caso de éstos últimos bajo la clara influencia de la arquitectura napoleónica. La primera catedral dedicada a San Isaac de Dalmacia (patrón de la dinastía Romanov), apareció en 1706, cuando Pyotr I el Grande decretó la construcción de un templo destinado a los marineros y trabajadores del cercano Almirantazgo. A la primera construcción le siguieron un segunda (1717-1727) de Georg Johann Mattarnovi y una tercera (1768-1802) de Carlo Rainaldi. En 1809, Aleksandr I decidió construir un nuevo templo para substituir la inacabada catedral de Rainaldi, pero la obra no se empezó hasta 1818 y después de largas discusiones, el arquitecto escogido fue August de Montferrand, arquitecto francés que había sido alumno de Charles Percier. El proyecto original de Montferrand sufrió importantes cambios en 1825, con la llegada al trono del nuevo zar Nikolayi I. Basado en una planta cruciforme y centralizada, el proyecto de Montferrand transponía al suntuoso y monumental lenguaje del Neoclasicismo Tardío el esquema de las pequeñas iglesias ruso-bizantinas. No se reparó en gastos para hacer de la Isaakievskyi Sobor un monumento a la ortodoxia rusa equivalentemente a San Pietro in Vaticano; se dice que cada una de las 48 columnas de granito rojo pesa más de cien toneladas y que solamente en la cúpula se usaron 490 toneladas de hierro, 990 de hierro colado, 49 de cobre y 30 de bronce. Multicolor y radiante, el resultado final muestra claras influencias del ya citado San Pietro, de Saint Paul de Londres, de la Karlskirche de Viena o de Sainte-Geneviève de Paris. Consagrada en 1858, fue saqueada en 1922 y cerrada en 1928. Desde 1931 alojó el "Museo de la Historia de la Religión y del Ateísmo". En los años 90 se volvió a abrir al culto.


                                                                                          © Panoramio/Andrey Sulitskiy



martes, 30 de agosto de 2011

Academicismo Ruso III


Makovsky, Konstantin - 1884, El atuendo de la novia rusa, Museo Ruso

Litovchenko, Alexander - 1885 circa, El joven zar Alexis rezando ente las relíquias del metropolitano Filipp en presencia del patriarca Nikon, Galería Tretyakov

Repin, Ilya - 1885, Ivan el Terrible y su hijo Ivan el 16 de noviembre de 1581, Galería Tretyakov

Myasoyedov, Grigoriy - 1887, Segadores, Museo Ruso

Polenov, Vasiliy - 1888, Jesús y la mujer adúltera, Museo Ruso

Savitsky, Konstantin - 1888, A la guerra, Museo Ruso

Siemiradzki, Henryk - 1888, Danza entre las dagas, Galería Tretyakov

Jacobi, Valery - 1889, Gabinete de ministros de la emperatriz Anna Yoannovna, Museo de Bellas Artes de Omsk

Surikov, Vasiliy - 1895, Yermak conquistando Siberia, Museo Ruso

Makovsky, Konstantin - 1896, La llamada de Minin a la gente de Nizhny Novgorod, Museo Ruso

Repin, Ilya - 1903, ¡Qué libertad!, Museo Ruso

sábado, 27 de agosto de 2011

Academicismo Ruso II


Schwarz, Wjatscheslaw Grigorjewitsch - 1864, Iván el Terrible al lado del cuerpo de su hijo, que ha matado, Galería Tretyakov

Vereshchagin, Vasily Vasilyevich - 1871, Ataque súbito, Galería Tretyakov

Jacobi, Valery - 1872, Los bufones de la emperatriz Anna Yoannovna, Galería Tretyakov

Vereshchagin, Vasily Vasilyevich - 1874-1876, La Mezquita de la Perla en Agra

Litovchenko, Alexander - 1875, Iván el Terrible muestra sus tesoros ante el embajador de la reina Elizabeth I de Inglaterra, Museo Ruso

Repin, Ilya - 1876, Sadko en el Reino Subacuático, Museo Ruso

Siemiradski, Henryk - 1876, Las Antorchas de Nerón (Liderando la luz de la cristiandad), Museo Nacional de Kraków

Chlebowski, Stalislaw - 1878, El sultán Bayezid prisonero de Timur, Galería de Arte de Lvov

Jacobi, Valery - 1878, La boda en el Palacio de Hielo de la emperatriz Anna Yoannovna, Museo Ruso

Myasoyedov, Grigoriy - 1881, Centeno, Galería Tretyakov

Perov, Vasily - 1881, Nikita Pustosviat, cura de los Viejos Creyentes, discutiendo con el patriarca Joachim sobre cuestiones de la Fe, Galería Tretyakov

Surikov, Vasily - 1881, La mañana de la ejecución de los Streltsy, Museo Ruso

jueves, 25 de agosto de 2011

Academicismo Ruso I


Ivanov, Alexandr Andreevich - 1824, Príamo implorando a Aquiles por el cuerpo de Héctor, Museo Ruso

Shchedrin, Sylvester - 1826, Terraza en Sorrento, Musée du Louvre

Briullov, Karl - 1830-1833, El último día de Pompeya (465.5 cm × 651 cm), Museo Ruso, Sankt Petersburg

Ivanov, Alexandr Andreevich - 1837-1857 circa, Aparición de Cristo ante la gente, Galería Tretyakov

Aivazovsky, Ivan Konstantinovich (1817-1900) - 1850, La Novena Ola, Museo Ruso

Bogolyubov, Alexey Petrovich - 1850 circa, Sankt Petersburg en el atardecer

Bogolyubov, Alexey Petrovich - 1850 circa, Venezia

Bogolyubov, Alexey Petrovich - 1850 circa, Venezia de noche

Flavitsky, Konstantin - 1855, Los hijos de Jacob vendiendo a su hermano José

Zichy, Mikhail - 1856 circa, Coronación de Alexander II

Chistyakov, Pavel - 1860, El Patriarca Hermogenes refusa vendecir a los polacos, Museo de Bellas Artes de Sankt Petersburg

Surikov, - 1860, El Ginete de Bronce en la Plaza del Senado, Museo Ruso

Flavitsky, Konstantin - 1863, La Princesa Tarakanova prisionera en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, Galería Tretyakov

jueves, 18 de agosto de 2011

La Felicidad es simple.


Madsummer, 79.2 metros de eslora.

sábado, 6 de agosto de 2011

THUTMOSE III versus AKHENATÓN. 3 El faraón revolucionario.

Colosos arquitectónicos de Akhenatón (30) del templo de Atón en Karnak.
Dinastía XVIII (1552-1305 a.d.C.).
Arenisca con indicios de policromía, 4 metros de altura.
Museo Egipcio de El Cairo.





EL conjunto de colosos formaron parte de un templo dedicado a Atón situado en el recinto de Karnak, anteriormente dedicado al dios Amón. El templo fue demolido posteriormente, probablemente durante el reinado de Rameses II.

Los colosos servían como elemento decorativo escultórico y se encontraban, siguiendo la tradición, adheridos a pilares. En reinados anteriores, las esculturas se vinculaban volumétricamente con el elemento arquitectónico, estableciéndose casi como apéndices esculpidos, no obstante, en este caso, observamos todo lo contrario, las obras poseen un valor independiente, una entidad propia. Los ropajes, antaño rígidos y pétreos, son substituidos ahora por finas telas que no disimulan el cuerpo y sus formas, al contrario, las potencian. Los ropajes de faraón, el shenti, aparecen solamente perfilados, apenas disimulando los volúmenes sinuosos del monarca. El torso, estrecho, contrasta con los amplios muslos y el vientre hinchado ofreciendo una visión diametralmente opuesta a los torsos atléticos y compactos hasta ahora representados en estatuas regias.

La representación de la cara del monarca también sufre cambios importantes. Los rasgos se alejan de la proporción absoluta de anteriores retratos: el rostro aparece alargado del mismo modo que las orejas, los ojos entrecerrados y rasgados y los labios y la barbilla prominentes y remarcados. El resultado se acerca a una alteración, a una abstracción que aporta un extraño realismo al rostro, realismo que tiende sin complejos al expresionismo.

Asimismo, la substitución de las líneas moduladas y continuas por perfiles enérgicos y agudos y por superficies ininterrumpidas y ondulantes otorga luminosidad a los pétreos volúmenes y los impregna de un movimiento y una vitalidad profundamente emotivos.

Este conjunto de esculturas representa el epítome de la Revolución Amarniense y el efecto que tuvo en el arte. El efecto principal fue el de renovación y vivificación. Del mismo modo que las anquilosadas estructuras del clero de Amón y otros cleros desaparecieron y el culto a Atón fue una nueva experiencia regeneradora, la lengua abandonó la tradición a favor de una apuesta por el lenguaje vivo y hablado. Asimismo el arte se orientó hacia lo espontáneo frente a lo normativo. El faraón, como gran vidente de Atón tenía un poder regenerador, y sus estatuas debían ser muestra de ello. Por lo tanto, la rigidez se abandonó a favor de ademanes cuotidianos y realistas (que tienden al expresionismo) y la vida del día a día lo impregnó todo, pues, nunca antes, se habían representado imágenes de carácter oficial de la Familia Real en actitudes risueñas y familiares.

Las esculturas, se inscriben pues en una voluntad programática de fomentar un nueva estética, símbolo de una nueva era en el Reino de la Doble Corona dominada por la luz, la bondad, la igualdad y la verdad , se trataba de la mayor ruptura en toda la historia de Egipto, política, social, religiosa y artísticamente.

Así pues el vitalismo cuotidiano que impregna estas obras supone el sello distintivo del período Amarniense, y su presunto escultor, Bak, se convierte en el materializador de un manifiesto a favor de la innovación.

jueves, 4 de agosto de 2011

THUTMOSE III versus AKHENATÓN. 2 El faraón clásico.

Estatua del faraón Thutmose III.
Dinastía XVIII (1552-1305 a.d.C.).
Basalto gris, 90 centímetros de altura.
Museo de Luxor, anteriormente en el Museo de El Cairo.





La obra se encontraba en el recinto de Karnak, probablemente como estatua conmemorativa o bien como ofrenda al dios Amón, su contexto, por lo tanto, es extremadamente oficial.

La obra representa el joven faraón en los primeros años de su reinado, puede que aún bajo la tutela de su madrasta y mujer, la reina Hatshepsut.

El faraón es representado avanzando lentamente y decidido, con la pierna izquierda ligeramente adelantada, siguiendo, por lo tanto la estela de la tradición en esculturas regias. La parte inferior, que no se ha conservado, podría hacer alusiones a las victorias del faraón sobre sus enemigos, sobre todo teniendo en cuenta que Thutmose III fue uno de los grandes conquistadores de la historia, bajo el cual Egipto alcanzó su máxima expansión territorial.

La anatomía del monarca es representada a través de formas suaves y proporcionadas, y de líneas moduladas y continuas. Se busca un aspecto sano y atlético pero sin estridencias, los músculos aparecen perfilados y suaves y en general la anatomía del monarca ofrece un aspecto más robusto que musculado. Asimismo el volumen global, tratado como un bloque monolítico solo se ve alterado por la elegante elasticidad del caminar del faraón.

El faldellín shenti, compacto y perfilado, apenas turba la composición volumétrica de la obra. Los únicos elementos que aportan cierta intensidad formal son la prominente barba postiza y las líneas contundentes y nítidas del tocado nemes.

La cara de monarca representa una auténtica apología de la perfección y serenidad regias. El rostro se ha esculpido de forma estrictamente proporcionada; orejas, ojos, nariz y labios tienen un sitio preciso y calculado y ningún componente turba la composición general. Asimismo, todos los elementos han sido fina y detalladamente perfilados, destacando la perfección de la boca y los ojos.

La presente obra recoge toda la larga tradición de la escultura áulica egipcia, los cánones tradicionales son repetidos de forma elegante, segura y sorprendentemente ágil.

El faraón como ser divino encarnado representa todo el orden de universo y su presencia es necesaria para asegurar la derrota del caos. Por lo tanto, toda representación suya debe ser reflejo de estos ideales y la serenidad y la seguridad deben ser elementos obligatorios en cualquier escultura.

El escultor parece liberado de cualquier turbación humana y vital siendo capaz de crear una obra llena de contenido, así pues, subraya el carácter perfecto del soberano a través de un cuerpo bello y hedonista, que no busca excesos pero que se aleja de arcaísmos y de tétricas rigideces. La fineza de todos los elementos saben crear una imagen grandilocuente pero por encima de todo apacible y franca, equilibrando, pues, grandeza con serenidad, y poder ilimitado con una actitud paternalista.

Se trata una de las obras representativas de la culminación del clasicismo egipcio previo al período Amarniense.

miércoles, 3 de agosto de 2011

THUTMOSE III versus AKHENATÓN. 1 Contexto histórico.

El Imperio Nuevo representa la culminación de la civilización egipcia, tras siglos de evolución, el Reino de la Doble Corona alcanzó su mayor expansión territorial, gloria política y refinamiento cultural.


El Antiguo Egipto en el apogeo de su gloria.


El Imperio Nuevo se extendió des de la fin del Segundo Período Intermedio hasta el inicio del Tercer Período Intermedio y abarcó aproximadamente la segunda mitad del II milenio antes de Cristo. Asimismo comprendió tres dinastías, la XVIII, la XIX y la XX y el dios principal fue Amón, dios dominante en la capital, Tebas.

El Imperio se inició tras la derrota de los Hicsos, un pueblo de origen sirio-palestino que se había asentado en el Bajo Egipto tras el colapso del Imperio Medio. Los Hicsos habían establecido relaciones de vasallaje con uno de los restos del imperio, el Reino de Tebas, que se había convertido en un estado tributario.

De este reino precisamente saldría el faraón Ahmose, que lideraría la “cruzada” contra los Hicsos para luego coronarse faraón del Alto y del Bajo Egipto e iniciar la XVIII dinastía.


La dinastía XVIII.


La dinastía XVIII daría grandes faraones con nombres tan conocidos como Thutmose III, Hatshepsut, Amenhotep III, Akhenatón o Tutankhamón. Sería ante todo un período de continua expansión militar hacia Siria y Palestina que colocaría a Egipto en el centro de la política internacional y que conduciría a las primeras alianzas y tratados con reinos vecinos. Interiormente, destacaría el establecimiento de una autoridad central y absoluta, personificada en la figura del faraón, que buscaba reducir el feudalismo y el peso de la aristocracia provincial.

No obstante, uno de los grandes problemas del período fue la rivalidad entre la autoridad política y la religiosa, entre el faraón y el clero de Amón. Los sacerdotes de Amón habían acumulando gran poder y riquezas a lo largo de los reinados, al ser su dios la deidad principal del panteón nacional y aquella a la que el faraón dedicaba los mayores homenajes y ofrendas. El partido de los sacerdotes, pronto se constituiría como una fuerza política capaz de rivalizar con el poder del monarca, así pues Thutmose IV y Amenhotep III empezarían a fomentar cultos paralelos, sobretodo el del dios Atón, el disco solar, emanación de Ra. Aun así, fue Amenhotep IV el que inició una revolución des de arriba que zarandearía toda la cultura egipcia.

Amenhotep IV llegaría a prohibir el culto a Amón y a los otros dioses, fomentando un monoteísmo hacia Atón que no tenía precedentes en la cultura egipcia. Asimismo el faraón se cambió el nombre por el de Akhenatón (servidor de Atón) y construyó una nueva capital, Akhetatón, lejos de la influencia amoníaca de Tebas. Su revolución, la llamada Revolución Amarniense, afectaría a la política, la familia, la literatura, el arte, etc., y supondría el final evolutivo de la cultura egipcia clásica o su culminación, pues a partir de entonces el Egipto Antiguo se limitaría a reinterpretarse.

La Revolución Amarniense también tendría graves consecuencias para el país, al desestabilizarlo interior y exteriormente, es decir fomentando prácticamente una guerra civil y debilitando la autoridad egipcia en las nuevas conquistas.
La muerte de Akhenatón supondría un retorno hacia el antiguo régimen a través de una política de tolerancia y conciliación. El joven Tutankhamón, hijo de Akhenatón, sería el que bajo su corto, apenas 9 años, reinado llevaría a cabo esta política de apaciguamiento reinstaurando todos los cultos anteriores y a los sacerdotes de Amón en sus puestos y preeminencias. Cabe destacar la importancia que tendría su consejero Ay, dada la corta edad del monarca.

La dinastía XIX daría grandísimos soberanos como Seti I o su hijo Rameses II. De este último, quizás el faraón más conocido y grande de Egipto, cabe destacar su largo y próspero reinado de más de 60 años y sobretodo su intensa actividad constructora, la mayor de toda la historia egipcia, que daría como resultado grandes monumentos como el templo de Abu Simbel o el Ramesseum.


La dinastía XIX.


Cabría destacar de la dinastía XX a Rameses III como último gran faraón egipcio como atestigua entre otras cosas su templo funerario en Medinat Habu. A partir de entonces, conspiraciones palaciegas e invasiones extranjeras sellarían el destino de Imperio Nuevo, que se hundiría dejando un país fragmentado y a merced de los estados circundantes como Asiria, que conquistaría la tierra de los faraones en dos ocasiones.


La dinastía XX.


El Egipto Antiguo llegó a su fin con el Imperio Nuevo, a continuación su gran cultura se fue diluyendo lentamente a causa de la fragmentación interna y de las invasiones extranjeras como la de los Asirios, Alejandro Magno, los Ptolomeos, la República de Roma o, finalmente, los musulmanes.