miércoles, 3 de agosto de 2011

THUTMOSE III versus AKHENATÓN. 1 Contexto histórico.

El Imperio Nuevo representa la culminación de la civilización egipcia, tras siglos de evolución, el Reino de la Doble Corona alcanzó su mayor expansión territorial, gloria política y refinamiento cultural.


El Antiguo Egipto en el apogeo de su gloria.


El Imperio Nuevo se extendió des de la fin del Segundo Período Intermedio hasta el inicio del Tercer Período Intermedio y abarcó aproximadamente la segunda mitad del II milenio antes de Cristo. Asimismo comprendió tres dinastías, la XVIII, la XIX y la XX y el dios principal fue Amón, dios dominante en la capital, Tebas.

El Imperio se inició tras la derrota de los Hicsos, un pueblo de origen sirio-palestino que se había asentado en el Bajo Egipto tras el colapso del Imperio Medio. Los Hicsos habían establecido relaciones de vasallaje con uno de los restos del imperio, el Reino de Tebas, que se había convertido en un estado tributario.

De este reino precisamente saldría el faraón Ahmose, que lideraría la “cruzada” contra los Hicsos para luego coronarse faraón del Alto y del Bajo Egipto e iniciar la XVIII dinastía.


La dinastía XVIII.


La dinastía XVIII daría grandes faraones con nombres tan conocidos como Thutmose III, Hatshepsut, Amenhotep III, Akhenatón o Tutankhamón. Sería ante todo un período de continua expansión militar hacia Siria y Palestina que colocaría a Egipto en el centro de la política internacional y que conduciría a las primeras alianzas y tratados con reinos vecinos. Interiormente, destacaría el establecimiento de una autoridad central y absoluta, personificada en la figura del faraón, que buscaba reducir el feudalismo y el peso de la aristocracia provincial.

No obstante, uno de los grandes problemas del período fue la rivalidad entre la autoridad política y la religiosa, entre el faraón y el clero de Amón. Los sacerdotes de Amón habían acumulando gran poder y riquezas a lo largo de los reinados, al ser su dios la deidad principal del panteón nacional y aquella a la que el faraón dedicaba los mayores homenajes y ofrendas. El partido de los sacerdotes, pronto se constituiría como una fuerza política capaz de rivalizar con el poder del monarca, así pues Thutmose IV y Amenhotep III empezarían a fomentar cultos paralelos, sobretodo el del dios Atón, el disco solar, emanación de Ra. Aun así, fue Amenhotep IV el que inició una revolución des de arriba que zarandearía toda la cultura egipcia.

Amenhotep IV llegaría a prohibir el culto a Amón y a los otros dioses, fomentando un monoteísmo hacia Atón que no tenía precedentes en la cultura egipcia. Asimismo el faraón se cambió el nombre por el de Akhenatón (servidor de Atón) y construyó una nueva capital, Akhetatón, lejos de la influencia amoníaca de Tebas. Su revolución, la llamada Revolución Amarniense, afectaría a la política, la familia, la literatura, el arte, etc., y supondría el final evolutivo de la cultura egipcia clásica o su culminación, pues a partir de entonces el Egipto Antiguo se limitaría a reinterpretarse.

La Revolución Amarniense también tendría graves consecuencias para el país, al desestabilizarlo interior y exteriormente, es decir fomentando prácticamente una guerra civil y debilitando la autoridad egipcia en las nuevas conquistas.
La muerte de Akhenatón supondría un retorno hacia el antiguo régimen a través de una política de tolerancia y conciliación. El joven Tutankhamón, hijo de Akhenatón, sería el que bajo su corto, apenas 9 años, reinado llevaría a cabo esta política de apaciguamiento reinstaurando todos los cultos anteriores y a los sacerdotes de Amón en sus puestos y preeminencias. Cabe destacar la importancia que tendría su consejero Ay, dada la corta edad del monarca.

La dinastía XIX daría grandísimos soberanos como Seti I o su hijo Rameses II. De este último, quizás el faraón más conocido y grande de Egipto, cabe destacar su largo y próspero reinado de más de 60 años y sobretodo su intensa actividad constructora, la mayor de toda la historia egipcia, que daría como resultado grandes monumentos como el templo de Abu Simbel o el Ramesseum.


La dinastía XIX.


Cabría destacar de la dinastía XX a Rameses III como último gran faraón egipcio como atestigua entre otras cosas su templo funerario en Medinat Habu. A partir de entonces, conspiraciones palaciegas e invasiones extranjeras sellarían el destino de Imperio Nuevo, que se hundiría dejando un país fragmentado y a merced de los estados circundantes como Asiria, que conquistaría la tierra de los faraones en dos ocasiones.


La dinastía XX.


El Egipto Antiguo llegó a su fin con el Imperio Nuevo, a continuación su gran cultura se fue diluyendo lentamente a causa de la fragmentación interna y de las invasiones extranjeras como la de los Asirios, Alejandro Magno, los Ptolomeos, la República de Roma o, finalmente, los musulmanes.

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