lunes, 3 de septiembre de 2012

Obsesiones Arquitectónicas: Nineveh




En pleno zenit del llamado Imperio Neoasirio, su monarca, Sargón II (722-705 a. C.), decidió construir una nueva capital en Dur-Sharrukin (actual Khorsabad), las faraónicas obras no llegaron a terminarse nunca debido a la temprana muerte del rey.

Senaquerib (705-681 a. C.), su hijo, poco interesado en el proyecto, decidió orientar sus esfuerzos constructivos hacia Nínive (o Nineveh) situada 20 quilómetros al sur. La ciudad, que hacía siglos que existía, sufrió monumentales trasformaciones que la convirtieron en la urbe más grandiosa del mundo conocido. Se dedicaron grandes esfuerzos a la construcción de un “palacio sin rival” en lo alto de la colina que ocupaba el centro de la ciudad, y el monarca lo llenó de extensos bajorrelieves y de estatuas colosales. Asimismo importantes trabajos se llevaron a cabo para mejorar la red hidráulica de la ciudad hasta el punto que el palacio era conocido por sus fragantes y exuberantes jardines aterrazados; jardines que algunos historiadores afirman que podrían ser los famosos Jardines Colgantes, que, según esta hipótesis, nunca estuvieron en Babilonia.

El legendario esplendor de Nínive sería mantenido y ampliado por los monarcas sucesivos, especialmente por Asarhaddón  (681-669 a. C.) y Asurbanipal (668-627 a. C.), que mandarían construir sus propios palacios y jardines.

La mítica urbe sería finalmente tomada y saqueada en el 612 a. C. por los medos y los babilonios; y el poderoso Imperio Neoasirio caería con ella.

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