sábado, 26 de octubre de 2013

Lo que el tiempo se llevó: las mansiones desaparecidas de Londres.

Toda ciudad que se jacte de estar viva, sacrifica partes de su historia a medida que avanzan los siglos. Los cambios socio-económicos, las transformaciones urbanísticas, las guerras o simplemente la especulación inmobiliaria dejan tras de si un elevado número de víctimas patrimoniales. Remarcables edificios perdidos para siempre, reducidos ahora a una lista de nombres y a fotografías en blanco y negro y escondidos detrás de aquellos que si sobrevivieron y que acaparan toda nuestra atención y fascinación. Escribo, pues, una suscita memoria de las grandes mansiones que ha perdido Londres, antaño centros de poder y riqueza que ahora solo son meros recuerdos de una época pasada y de unos protagonistas olvidados.

NORTHUMBERLAND HOUSE
La primera de las mansiones desaparecidas de Londres fue construida a inicios del siglo XVII por Henry Howard, Earl de Northampton, en estilo jacobeo. La edificación era un inmenso cubo con la fachada principal que daba al Strand, un patio interior y un amplio jardín en la parte posterior. En 1647, la mansión pasó por matrimonio a la familia Percy, Earls (luego duques) de Northumberland. La mansión sufriría a partir de entonces constantes trasformaciones. Entre 1642 y 1649, Edward Carter trasladó las estancias de recepción desde la fachada del Strand (norte) a la fachada de jardín (sur), mucho más tranquila. Luego John Webb, entre 1655-1657, erigió una amplia escalinata exterior que comunicaba dichas estancias con el jardín. A mediados de siglo XVIII, Daniel Garret y James Paine remodelaron la fachada del Strand y añadieron dos alas bajas (la este contenía habitaciones y la oeste un salón de baile) flanqueando el jardín. Hacia 1770, el célebre decorador Robert Adam añadió a la mansión su joya más preciada, la Glass Drawing Room, cuyas paredes estaban recubiertas de cristal coloreado que imitaba el mármol. Finalmente de 1818 a 1824, Thomas Cundy reconstruyó en un monumental estilo neoclásico la escalinata principal de la casa. Durante la Exposición Universal de 1851, una de las principales atracciones de la ciudad fue la visita guiada a la Northumberland House y a sus fabulosas colecciones de arte. Pero la suerte de la mansión estaba echada. El Strand ya no era una calle aristocrática, todas sus grandes mansiones ya habían desaparecido y el lugar era ahora sórdido, ruidoso y repleto de tráfico. Además, la apertura de Trafalgar Square y la construcción de Charing Cross Station aumentaron el bullicio de la zona. Finalmente, George Percy, VI Duque de Northumberland, presionado por el Metropolitan Board of Works, que deseaba ensanchar la calle, vendió la casa en 1874. Ese mismo año fue demolida.

La Northumberland House pintada por Canaletto a mediados de siglo XVIII. En las primeras décadas del siglo XIX, la Trafalgar Square se empezaría a erigir en el extremo izquierdo.

La Northumberland House hacia 1860. © Flickr/Leonard Bentley

La Glass Drawing Room.

Maqueta de la Glass Drawing Room en el Victoria & Albert Museum.

DEVONSHIRE HOUSE
A finales del siglo XVII, el influyente William Cavendish, Duque de Devonshire, adquirió como nueva residencia la vieja Berkeley House situada en la calle Picadilly, que se estaba convirtiendo en un lugar a la moda. No obstante, la mansión fue víctima de un incendio unas décadas más tarde. Así pues, de 1734 a 1740 William Kent construyó una nueva mansión en un severo estilo palladiano pero cuya composición seguía el modelo de los hôtel parisinos: un patio de entrada flanqueado por alas del servicio separaba la residencia del bullicio de la calle, detrás se extendía el jardín. Directamente desde el patio una escalera exterior permitía acceder al piano nobile que se desarrollaba en doble profundidad: una enfilade hacia el patio y otra hacia el jardín. Hacia mediados de siglo XIX, Decimus Burton eliminó la bonita pero incómoda escalera exterior creando un pórtico para carruajes, un vestíbulo en la planta baja y una gran caja de escalera circular en la fachada del jardín. Dicha sinuosa escalera pasaría a la historia por su peculiar pasamanos de cristal. Detrás de la severa fachada de Kent, la mansión presentaba fastuosos interiores que brillarían por todo la alto en el Duchess of Devonshire Ball, organizado en 1897 para celebrar el Diamond Jubilee  de la reina Victoria y en el que casi 700 invitados se presentaron disfrazados con elaborados trajes de época. Durante décadas, los duques usaron la Devonshire House más como exhibición de su prestigio y celebración de fiestas que como residencia. Pero después de la Primera Guerra Mundial, la cosas habían cambiado, la aristocracia ya no podía vivir de sus rentas y gastar a manos llenas, la época de las grandes mansiones había pasado. Victor Cavendish, IX Duque de Devonshire, acosado por las deudas de sus antecesores y por el impuesto de sucesión vendió la casa en 1920. En 1924, en su lugar se levantó un edificio de oficinas.
La Devonshire House a finales del siglo XIX.

El Ballroom, resultado de la unión de dos salones. A la derecha llegaba el rellano de la escalera principal, las puertas de la izquierda conducían al Saloon.

El Saloon, situado en el centro de la fachada que daba a la calle, era la estancia más opulenta de la mansión.

Baile en la Devonshire House hacia 1840.

GROSVENOR HOUSE
La relativamente pequeña y cúbica Gloucester House fue adquirida en 1805 por el riquísimo aristócrata Robert Grosvenor, Marqués de Westminster. No fue hasta 1808, después de las reformas necesarias, que los Grosvenor y su fabulosa colección de arte pudieron habitar su nueva residencia. La casa seguía el esquema francés de calle-patio-casa-jardín, y presentaba una planta cúbica con una escalera en la parte central. No obstante la creciente colección obligó a ampliar la residencia. William Porden, de 1817 a 1819, y Thomas Cundy II, de 1826-1827, construyeron una larga ala oeste que albergaba dos inmensos salones con iluminación cenital para exponer los cuadros, entre ellos cuatro inmensas pinturas de Rubens. Poco se tocaría, no obstante, de la casa original, que a pesar de las súplicas de los arquitectos nunca fue demolida. Entre 1842 y 1843, la entrada a la casa desde la Upper Grosvenor Street fue dignificada con la construcción de una columnata dórica con lámparas de gas y dos portales para carruajes muy parecida a la de la demolida Carlton House. Nuevas transformaciones vinieron en la década de los 70 con Hugh Grosvenor, I Duque de Westminster y por aquel entonces el hombre más rico de Reino Unido. Henry Clutton redecoró la casa en el style Second Empire entonces de moda, transformó la galería de pintura en salones de recepción abriendo en los muros ventanales que daban al jardín, erigió una columnata semicircular que conectaba la galería con Park Lane y construyó una nueva porte-cochère y un nuevo vestíbulo. En la década de los 80 la mansión fue completamente electrificada. Pocos cambios se produjeron hasta que en 1916, el II Duque de Westminster, cedió la casa al gobierno, que instaló en ella varias oficinas. Después de la guerra el Duque decidió no volver a habitar la casa que en 1925 fue vendida y en 1927 demolida. En su lugar se levantó un hotel.
Vista exterior de la galería de pintura añadida a la casa.

La galería de pintura y en un segundo plano la fachada de la mansión original hacia el jardín.

Primer salón de la galería abierto a la Rubens Room.

La Rubens Room, sala principal de la galería de pintura.

Monumental columnata que separaba el patio de entrada de la calle. Al fondo se puede intuir la fachada de la casa.

DORCHESTER HOUSE
La inmensa e imponente mansión de italianate style fue erigida, a mediados del siglo XIX, por el poco conocido Lewis Vulliamy para el terrateniente Robert Stayner Holford que había heredado una fabulosa fortuna de su abuelo. Las monumentales fachadas seguían el esquema “neo-renacentista” o “italianizante” a base de órdenes superpuestos y ventanas con ménsulas y frontón cuyo máximo exponente fue el arquitecto Charles Barry con su Bridgewater House o Trentham Hall. No obstante, aquello más alabado de la casa fue la espectacular escalinata central, sin duda una de las mejores del Londres victoriano, con unas amplísimas rampas y diáfanas galerías de arcadas rodeando la caja. El resto de la casa fue diseñado para alojar la colección de arte y de libros del propietario y en ella Holford vivió fastuosamente rivalizando o superando a los aristócratas que tenía por vecinos. Después de la muerte de Holford en 1892, la casa permaneció inocupada hasta que en 1905 su hijo la alquiló a Whitelaw Reid, embajador de los Estados Unidos de América. Reid fue conocido por sus pantagruélicas recepciones que llegaban a reunir hasta 4000 invitados sobretodo en las fiestas del 4 de Julio. También fue célebre la boda, en 1910, de la hija de Reid, Jean, a la que asistieron el rey Edward VII y la reina Alexandra; o cuando Theodore Roosebelt residió en la mansión en 1910 mientras asistía al funeral de Edward VII. Durante la Primera Guerra Mundial, la Dorchester House fue transformada en hospital. En los años veinte, el nieto de Holford, Edmund Parker, IV Earl de Morley, vendió la casa, que en 1929 fue demolida para construir un hotel del mismo nombre.
La Dorchester House vista desde Park Lane.

La Staircase, una de las escalinatas más espectaculares del Londres victoriano.

El Grand Saloon de la Dorchester House.

NORFOLK HOUSE
Fue Edward Howard, IX Duque de Norfolk, el que encargó a Matthew Brettingham la construcción de una nueva mansión palladiana en la siempre chic St. James Square. La nueva residencia se construyó de 1748 a 1752, sobre la antigua Old Norfolk House que había sido habitada de 1737 a 1742 por Frederick, Príncipe de Gales, desterrado del palacio de St. James por las tormentosas relaciones que tenía con su padre, el rey George II. La nueva mansión del duque de Norfolk fue construida como un palazzo a la italiana, es decir, con la fachada principal pegada a la calle. La distribución interior seguía el habitual esquema en las mansiones británicas del siglo XVIII, una gran escalinata central alrededor de la cual se agrupaban las estancias. Por lo general, las estancias de recepción daban a la calle y aquellas más privadas al jardín posterior. Pocos cambios se produjeron en la Norfolk House en las décadas posteriores, a excepción del pórtico y del balcón añadidos por Robert Abraham entre 1842 y 1845. La mansión fue vendida en 1938, y en su lugar se erigió un edificio de oficinas en un estilo parecido. Afortunadamente la magnífica Music Room tardo-barroca con sus elaborados espejos rococó aún puede verse en el Victoria & Albert Museum.
Fachada de la Norfolk House hacia St. James Square.

La escalinata central de la Norfolk House.

La Music Room reinstalada en el Victoria & Albert Museum.

HOLLAND HOUSE
De todas las mansiones desaparecidas, la Holland House era la que probablemente tenía un aspecto más encantado. A inicios del siglo XVII, Sir Walter Cope comisionó al arquitecto jacobeo John Thorpe la construcción una nueva y fastuosa mansión para él y su familia en Kensington (por aquel entonces un pueblecito a las afueras de Londres). La nueva construcción seguía el típico esquema de la arquitectura jacobea: extenso uso del ladrillo, tejados cubiertos de pináculos, grandes bow-windows y una planta en forma de U. El ala oeste contenía además la típica galería usada como biblioteca. Décadas más tarde el edificio fue heredado por Henry Rich, Earl de Holland y célebre cortesano durante el reinado de Charles I. El nuevo propietario mandó alargar las alas laterales y erigir una galería porticada en la planta baja decorada al gusto manierista. No obstante, poco aprovechó las mejoras el nuevo propietario, que fue decapitado durante la Guerra Civil Inglesa (1642-1651). A inicios del siglo XVIII, toda la zona ganó prestigio cuando William III decidió abandonar los irrespirables aires de Londres e instalar su corte en la vecina Kensington House, donde murió en marzo de 1702. En 1721, la Holland House fue heredada por William Edwardes, Barón de Kensignton y en 1768 fue comprada por  Henry Fox, Barón de Holland, que dio su nombre a la casa. La Holland House alcanzó su cenit durante la primera mitad del siglo XIX, cuando fue residencia de Henry Vassal-Fox, III Barón de Holland y reputado político whig y escritor. Por su salón literario pasaron personajes de la talla de Lord Byron o Sir Walter Scott. Hacia mediados de siglo XIX se acometió una importante trasformación en la residencia con la construcción de una nueva escalinata y el traslado de la entrada principal de la fachada central al ala este. Mientras tanto todo el oeste de Londres estaba viviendo un auténtico boom urbanístico con la creación de elegantes vecindarios como Belgravia, Knightsbride o North Kensington, y también los Holland fueron despedazando poco a poco su propiedad para la construcción de elegantes calles y suntuosas mansiones que aún pueden verse en la actualidad en los alrededores de Holland Walk y Campden Hill. No obstante a inicios del siglo XX, la Holland House poseía el jardín privado más grande de la capital, que se extendía hasta Nothing Hill y que alcanzaba renombre mundial por su exuberancia y por la variedad y calidad de sus plantas. Al contrario que todas las otras propiedades, la Holland House no fue vendida, sino que fue una de las víctimas más celebres del Blitz de la Segunda Guerra Mundial. El 27 de setiembre de 1940, la ancestral casa fue destruida por bombas incendiarias, se salvaron milagrosamente las alas laterales y con ellas la preciada biblioteca (ala oeste). Después de la guerra los Holland vendieron la propiedad a las autoridades municipales que abrieron el parque al público y trasformaron lo único salvable de la casa (el ala este) en un hostal para jóvenes. Sic transit gloria mundi.

Pintoresca fachada principal de la Holland House. Hoy en día solo se conservan el ala este y los pórticos de la planta baja.

La Gilt Room, salón central del primer piso y así llamada por la madera tallada pintada de dorado. 

Célebre fotografía propagandística que muestra la milagrosamente salvada biblioteca de la Holland House, en el ala oeste.


miércoles, 16 de octubre de 2013

Obsesiones Arquitectónicas: el Pabellón de China.

Pabellón de China en la Expo 2010 Shanghai (2007-2010) de He Jingtang.
Probablemente una de las más espectaculares construcciones de la China contemporánea, que tantas sorpresas esta dando en el campo de la arquitectura. Erigido para enaltecer la antigua y la nueva China durante la Exposición Universal de 2010 celebrada en Shanghai, el edificio se erige imponente y futurista en la entrada del recinto. De su aspecto se han dicho muchas cosas, que parece el antiguo tocado que llevaban los emperadores, que se asemeja a una vasija ritual ding o que los diferentes tonos de rojo (poco perceptibles desde exterior) simbolizan la "variedad dentro de la unidad". Pero más allá de ello, a mi personalmente me recuerda a una transposición, un tanto megalómana, del sempiterno pabellón de jardín chino con cuatro columnas, un elaborado envigado de color rojo y una cubierta cónica con tejas de cerámica vidriada.






viernes, 11 de octubre de 2013

Un Certain Regard: una joven de Madrazo.

Retrato de una joven (circa 1840) de Federico Madrazo, Musée Goya, Castres.
Los rostros del Arte son muchas veces anónimos. Aunque formen parte de la posteridad sus vivencias, sus recuerdos y sus emociones se han perdido en el olvido.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Louvre I: el castillo medieval.

El Palais du Louvre comenzó su andadura a finales del siglo XII bajo el reinado de Philippe Auguste. El monarca, por aquel entonces en medio de un extenuante conflicto con Henri II de Plantagenet (Rey de Inglaterra además de Duque de Normandía, de Anjou y de Aquitania), decidió construir unas nuevas murallas para la ciudad de Paris que incluirían una enorme fortaleza en el extremo oeste, el Louvre, a fin de proteger la ciudad de las posibles incursiones normandas.

Paris y las nuevas murallas de Philippe Auguste hacia 1200.


El reinado de Philippe-Auguste se saldó con el triunfo de los Capet sobre los Plantagenet, y con la reafirmación del poder del Rey sobre los otros señores feudales del reino. Emblema pétreo de ello fue la gran fortaleza del Louvre. Situada más allá de las murallas de la ciudad de Paris y muy cerca del Sena era de aspecto macizo e imponente, de planta cuadrada y con torreones en las esquinas. En el interior había un gran patio también cuadrado y solo en sus lados sur y oeste se habían construido edificios pegados a los muros exteriores. Pero el elemento más distintivo de la fortaleza era el inmenso torreón circular que se erigía en su centro, llamado el donjon o la Grosse tour.


Maqueta del Château du Louvre hacia 1200. © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) / Caroline Rose.

En los reinados posteriores el Louvre mantuvo esa imagen de emblema del poder real y su Grosse tour fue imitada por numerosos señores feudales deseosos de emular el poder del Rey en sus castillos. Pero el Louvre aun no era residencia real, servía para alojar la guarnición, como prisión de diversos personajes de alto rango que se habían sublevado contra el Rey y sobretodo como fortaleza donde se guardaba el tesoro de la Corona. Concentrado en la Grosse tour, el tesoro se dividía en joyas y piedras preciosas en la planta baja, cofres con monedas en el primer piso y tejidos preciosos (extremadamente caros y valiosos en aquella época) en la última planta, lejos de la húmedad y de las ratas.

El próximo monarca en ocuparse del Louvre fue Charles V. Envuelto en la desastrosa Guerra de los Cien Años decidió en 1358 construir unas nuevas murallas para Paris, pues la ciudad había crecido considerablemente desde Philippe Auguste. El Louvre perdió entonces su función defensiva al quedar detrás de las nuevas murallas, aunque, por otro lado, al otro extremo de la ciudad nacería uno de los monumentos más célebres de la historia de Paris, la fortaleza de la Bastille, construida para proteger la entrada este de la capital.
Paris y las nuevas murallas de Charles V alrededor de 1380.

Pero volvamos al Louvre. Hasta el siglo XIV los reyes de Francia residieron en el inmenso y laberíntico Palais de la Cité (actual Palais de Justice) situado en la Ile de la Cité y del que solo nos queda la magnífica Sainte Chapelle, construida por Louis IX como capilla privada y lugar donde guardar su preciada colección de reliquias. Y fue precisamente uno de los más célebres hechos ocurridos en este palacio lo que haría que Charles V lo abandonara para siempre.

En medio de la Guerra de los Cien Años, el rey Jean II (padre de Charles V) fue hecho prisionero por los ingleses y su hijo se convirtió en regente del reino. Pero su poder se encontraba muy debilitado por las intrigas de Étienne Marcel, rico mercader y líder del partido burgués y Charles II, Rey de Navarra y pretendiente al trono francés. La situación estalló en 1358 cuando el rey Jean II, desde su encarcelamiento en Londres, ratificó el Tratado de Londres que otorga la mitad de Francia a los ingleses. En Paris, Étienne Marcel aprovechó la ocasión para limitar la monarquía estableciéndose como el poder tras el trono. El 22 de febrero, Marcel arengó al pueblo parisino que se sublevó, 3000 personas se dirigieron rugiendo hacia el Palais de la Cité para intimidar o linchar al regente y delfín Charles. Marcel se abrió paso por el palacio hasta la estancia del príncipe. Robert de Clermont, mariscal de Normandía, y Jean de Conflans, mariscal de Champaña, fieles a Charles intentaron protegerlo de la multitud, pero fueron degollados y su sangre salpicó la túnica del joven príncipe. Charles solo se salvó del linchamiento gracias a la intervención de Marcel que pensó que le sería más útil vivo. No obstante, esa misma noche, Charles huiría a caballo de la ciudad, dejándolo todo atrás.

Craso error de Marcel, pues el débil y joven regente y delfín Charles se reveló pronto como un hábil político y militar. Étienne Marcel fue masacrado meses después por el mismo pueblo parisino y Charles fue coronado rey en 1364.
Imagen idealizada del nuevo Louvre de Charles V, en la parte superior (norte) el jardín real, en la inferior (sur) la entrada principal.

Inmediatamente después de su ascenso al trono, Charles V decidió abandonar el viejo palacio de la Cité, y trasladarse la fortaleza del Louvre, que iniciaba entonces su historia como residencia de los reyes de Francia. De 1364 a 1369, el “arquitecto” Raymond du Temple dirigió la trasformación de la fortaleza en un suntuoso palacio gótico, que no solo debía ser exuberante sino también seguro. Se construyeron nuevos edificios en los lados norte y este del patio y las torres se alzaron y se decoraron con elaborados y sinuosos repuntes góticos.
Imagen idealizada del Louvre de Theodor Hoffbauer (1839-1922).

Pero el Louvre, no era solo una residencia real sino ante todo un símbolo de poder y en él Charles V estableció un ritual cortesano magnífico y sofisticado que acentuaba la divina majestad del monarca y que serviría de modelo para otras cortes europeas. No obstante, el Louvre era también una residencia abierta y la gente común podía acceder fácilmente al recinto para ver y hablar con el Rey cada vez que éste se dirigía ceremoniosamente de sus aposentos a la capilla o viceversa.

Los aposentos reales se situaban en el ala norte, mirando hacia la ciudad de Paris y con un bonito jardín a los pies. Se accedía a ellos a través de una escalera de caracol pegada a la pared del patio, la Grande viz. En la planta baja había las dependencias del servicio y el acceso al jardín, en el primer piso residía la Reina y en el segundo el Rey.
Representación contemporánea del Louvre de Charles V según las Les Très Riches Heures du duc de Berry (circa 1440).

La estancias del monarca se articulaban entorno a una chambre à parer en el centro de la ala norte. La sala era accesible a todo el mundo y al ser la mayor del castillo se solía usar para grandes celebraciones y banquetes. Hacia el oeste de sucedían la chambre de retrait destinada a recibir personajes importantes y a las reuniones del consejo y luego las estancias estrictamente privadas del monarca compuestas por un oratorio, una estancia para uso de día y la célebre biblioteca del Rey situada en la torre noroeste, la Tour de la Fauconnerie. Al otro lado de chambre à parer, hacia el este, se situaban una sala, el dormitorio del Rey y otro oratorio para oraciones nocturnas. Las estancias de la reina en el piso inferior repetían más o menos la misma distribución.
Reconstrucción hipotética de las estancias de Charles V: V- Grande viz; D- Chambre à parer; C- Chambre de retrait; B- Oratorio; A- Estancia para uso de día y biblioteca del Rey en la torre; E- Sala; F- Dormitorio del Rey y oratorio anexo.

El resto del complejo se completaba con las estancias del Delfín en el ala este, la capilla de palacio y la entrada principal en el ala sur y un conjunto de grandes estancias polivalentes en el ala oeste.

¿Y qué nos queda de este Louvre medieval? Pues más bien poco, aunque los restos del foso del castillo y de la Salle basse del ala oeste se pueden ver aún en los sótanos del museo.
Salle basse o Salle de Saint-Louis en la planta baja del ala oeste. © Musée du Louvre, Dist. RMN-Grand Palais / Olivier Ouadah.

Restos del muro sur del foso del Louvre.

Pero si Charles V ha pasado a la historia como un roi bâtisseur no solo es por el Louvre y por las murallas de Paris sino también por el magnífico Hôtel de Saint-Pol, residencia privada de la familia real de la que no queda nada y por el Château de Vincennes que nunca fue terminado pero que debía ser un nuevo centro de poder alejado de las turbulencias de la capital (vamos un Versailles avant l’heure).

Después del esplendoroso reinado de Charles V el país se sumiría otra vez en al caos de la Guerra de los Cien Años y Paris sería ocupado por los ingleses obligando a la corte a trasladarse al Valle del Loira, pero esto ya es otra historia.

PD: es muy recomendable el artículo (en francés) de Boris Bove "Les palais royaux à Paris au Moyen Age (XIe-XVe siècles)"



martes, 8 de octubre de 2013

Louvre 0

La fama del Musée du Louvre es bien merecida, pues las colecciones que alberga están, sin duda, entre las diez mejores del planeta. Pero también es cierto que el Louvre disfruta de un nombre célebre y de una situación inmejorable en el centro de una, más célebre aún, capital europea. La colecciones del museo que van desde la Mesopotamia Antigua hasta las Artes Decorativas del siglo XIX pasando por estatuaria clásica y grandes obras de la pintura universal se ha visto recientemente acrecentada con la apertura del nuevo departamento de Arts de l'Islam (setiembre 2012).

Cada día millones de turistas deambulan, pululan y corretean entre las salas, pagando religiosamente la entrada y estorbándose los unos a los otros. La mayoría de los turistas recorren de un lado a otro el museo, visitan las obras más célebres y salen satisfechos porque han estado en el Louvre y han visto la cansina Monalisa; una minoría se centra en uno de los departamentos que más les apasionan, lo miran y lo remiran y salen maravillados y habiendo aprendido mucho; y finalmente, otra minoría "más minoritaria" que en detrimento de las magnificas obras se interesa por la arquitectura del inmenso complejo, desde los restos del antiguo foso hasta los hospitalarios (de hospital) halls del señor Pei. Este último grupo suele salir también maravillado pero marcadamente confuso. Bien, pues es a ellos a los que dedico esta larga serie de posts (que no se cuando terminaré...) que buscan reconstruir las vicisitudes arquitectónicas del Louvre a través de algunas estancias y secciones claves de su historia.

Para empezar el sempiterno mapa de colorines sobre la evolución del complejo, que espero que al final resulte menos críptico que ahora.

Sacado de una guía de 1924.
Sacado del indispensable Histoire du Louvre de Louis Hautecour.





sábado, 5 de octubre de 2013

Obsesiones Arquitectónicas: Teatro Regio.

Teatro Regio, Torino (1965-1973) de Carlo Mollino.
Construido en el lugar del antiguo teatro tardo-barroco destruido por un incendio en 1936, es una de las mejores y más ponderadas expresiones de la modernidad y de la exuberancia de la no siempre armónica arquitectura de posguerra. Uno de esos ejemplos que merecen pasar a la posteridad.


Fotografía de David Leventi al cual ya dediqué un post.
Teatros de Europa

A título comparativo, el Teatro Regio en 1905, antes del incendio, y después de la no muy acertada reforma que substituyó los últimos pisos de palcos por amplias galerías con arcadas.


jueves, 3 de octubre de 2013

Poster time: Georges Dorival

"Inauguro" la sección de artes gráficas con una pequeñísima muestra de los magníficos carteles publicitarios de Entreguerras. En la palestra, Georges o Geo Dorival (1879-1968), conocido por sus carteles de destinaciones turísticas antes del surgimiento del turismo de masa, cuando viajar aún era sofisticado.