viernes, 28 de febrero de 2014

Louvre II: el palacio renacentista.


El 29 de mayo de 1418, los soldados del Duque de Borgoña, aliado de los ingleses, entraban en Paris. El delfín Charles y su corte huyan al sur, a Bourges. Atrás quedaban el rey Charles VI, incapacitado mental, y su esposa Isabeau de Baviera.
Paris a principios del siglo XV.

Mientras el heredero legítimo permanecía exiliado en Bourges y luego en Chinon, el desquiciado Charles VI firmaba, en 1420, el Tratado de Troyes, mediante el cual los ingleses no solo adquirían la mitad norte del Reino de Francia sido que además, el rey inglés Henry V era nombrado heredero del trono francés.

El resto de la historia es bien sabido, de Domrémy llegó una doncella que vencería a los ingleses y lograría que el delfín Charles fuera coronado como Charles VII de Francia en 1429, era Jeanne d’Arc o Juana de Arco.

Pero a pesar de que con el reinado de Charles VII Francia se olvidó definitivamente de la amenaza inglesa y de la Guerra de los Cien Años, la corte real no volvió a Paris, prefiriendo residir en los castillos del valle del Loire como Loches, Amboise o Blois.
Imagen idealizada del Louvre del siglo XV.

Casi un siglo después, en enero de 1515, el rey Louis XII murió sin descendencia legítima dejando el trono a su sobrino segundo François d’Angouleme, que se convirtió en François I. El nuevo monarca encarnó el ideal de príncipe renacentista amante de la cultura y del arte y bajo su reinado Francia alcanzó altos niveles de esplendor, fue además un roi bâtisseur, como antes lo había sido Charles V y dejó tras de sí numerosos monumentos que aún hoy continúan siendo emblemáticos de la cultura francesa. En el plano político, su reinado significó el progresivo establecimiento de la monarquía moderna y centralista en detrimento de la monarquía feudal, asimismo Paris empezó a establecerse como capital indiscutible del reino de Francia, proceso de concentración que inició François I y culminado bajo Louis XIII.

François I (1530) por Jean Clouet.

Los lugares que habitó el monarca a lo largo de su vida pueden leerse como un ejemplo de esta progresiva centralización. Pasó su juventud en el castillo de Amboise, y los primeros años de su reinado en el de Blois, dónde construyó la fastuosa Aile François I, asimismo empezó la construcción del ciclópeo Château de Chambord, que nunca vería terminado. Pero la muerte de su primera esposa, Claude de France, en 1524, y su cautiverio en Madrid después de la Batalla de Pavía (1525) marcaron el inicio del abandono del Valle de la Loire como residencia real.

En marzo de 1526, a su retorno del cautiverio de Madrid, el monarca convocó los États Généraux que le pidieron que residiera con más frecuencia en Paris. El Rey aceptó, pero a cambio de disponer de amplias propiedades y cotos de caza en los alrededores. En 1528, mandó construir el Château de Madrid y en 1539 reformar el Château de Saint-Germain-en-Laye, ambos cercanos a Paris. Pero el gran proyecto de su vida fue la construcción del castillo de Fontainebleau, situado al sur de Paris y empezado en 1528.

Mientras tanto el Louvre, prácticamente abandonado y solo habitado ocasionalmente, empezó a recibir la atención de François I, aunque las reformas fueron parciales y se ejecutaron con lentitud y poco interés. En 1527, el Rey mandó derribar la emblemática Grosse tour para dar más luz al patio interior. El antiguo emblema del poder regio desapareció cuando ya no se percibió como tal, los nuevos emblemas eran ahora dictados desde Italia en forma de recuperación del arte de la Antigüedad. A parte de esto y de un reamueblamiento, poco más se hizo. Pero en enero 1540, Carlos V, visitó Paris y François I, no sin cierta vergüenza, lo alojó en el Louvre, aunque el antiguo castillo gótico no podía compararse ni con el Real Alcázar de Madrid ni con los otros palacios del Rey de Francia. Fue entonces cuando François I decidió que el Louvre debía ser completamente reconstruido como un palacio renacentista.

Finalmente en 1546, el arquitecto Pierre Lescot fue seleccionado para llevar a cabo las obras, el proyecto preveía la demolición del viejo castillo y la substitución por un nuevo edificio que tendría exactamente la misma planta (cuadrada y con un patio en el centro), asimismo las torres laterales serían substituidas por pabellones cuadrados y unas nuevas fachadas a base de ordenes superpuestos, se ornarían de forma exuberante con todo el repertorio habitual de motivos clásicos. El proyecto planteaba, asimismo, trasladar las estancias reales del ala norte (cara a la ciudad) al ala sur (cara al río), establecer la entrada principal en al ala este y justo enfrente, en el ala oeste, construir dos grandes salones de recepción y la escalera principal del palacio.
Primer proyecto (no realizado) de Pierre Lescot para el Louvre.

Diseño de Lescot para la fachada oeste del patio interior, es la obra más emblemática del Renacimiento en Francia.

Fachada de Pierre Lescot en la actualidad.

Muerto François I en marzo de 1547, fue su hijo Henri II (1547-1559) el responsable de llevar cabo el proyecto. Bajo su reinado de construyó el ala oeste, con su célebre fachada de Pierre Lescot, con la moderna Escalier Henri II (una de las primeras en Francia que era de rampa recta y no de caracol) y sobre todo con la Salle des Caryatides.

Planta de las nuevas construcciones renacentistas: A- Escalier Henri II; B- Salle des Caryatides. La Petite Galerie fue una construcción de una sola planta añadida en 1566 al proyecto original

Gravado de la Escalier Henri II.

Hasta la fecha, la llamada Salle des Caryatides, situada en la planta baja del ala oeste, es el emblema del Louvre renacentista. Usada como salón de fiestas, recepciones, bailes y grandes audiencias, su nombre deriva de las cuatro inmensas cariátides que sostienen la tribuna de los músicos justo encima de la puerta de entrada y que esculpió Jean Goujon en 1550. Fueron una de las primeras reproducciones de unas cariátides que se hacían desde la Antigüedad. Justo enfrente de las cariátides, al otro extremo de la sala, una tribuna rodeada de columnas y con una gran chimenea con relieves “a la antigua” ejemplificaba, también, las pretensiones del Rey de Francia, de convertirse en el heredero del poder militar y esplendor cultural del Imperio Romano. Bajo Henri II también se terminó el Pavillon du Roi (así llamado porque alojaría las estancias del Rey) que unía el ala oeste con el ala sur. Fueron los hijos de Henri II, Charles IX (1560-1574) y Henri III (1574-1589) los responsables de terminar el ala sur.
Vista de la Salle des Caryatides hacia la puerta de entrada con la tribuna de los músicos.

Las famosas cariátides que dan nombre a la sala.

Vista desde la puerta de entrada. Las columnas laterales y la bóveda se añadieron a inicios del siglo XIX, originariamente la sala presentaba paredes lisas y una techumbre de vigas de madera que remarcaba los elementos clásicos en ambos extremos de la estancia. © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) - Caroline Rose.

Chimenea (muy retocada en el siglo XIX) en la tribuna del otro extremo de la sala. © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) - Caroline Rose.

El Louvre hacia 1580, el viejo castillo se fue demoliendo poco a poco para así poder aprovechar sus estancias. © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) - Caroline Rose.

Paralelamente la reina Catherine de Médicis (viuda de Henri II) decidió, en 1564, la construcción de una maison de plaisance fuera de las murallas de Paris. Ello le permitiría disfrutar del aire limpio, del espacio y de la luz que no tenía en el Louvre; sin, por ello, perder ni un ápice de su influencia en los asuntos de gobierno durante los reinados de sus hijos Charles IX y Henri III. El arquitecto de Philibert Delorme, que ya había trabajado para la célebre Diane de Poitiers, amante de Henri II, fue el responsable de idear un proyecto enorme, profusamente decorado y esculpido, como era habitual en la arquitectura renacentista francesa. Pero si el palacio era “a la francesa”, el jardín debía ser “a la italiana”, para recordarle a la Reina Madre su infancia en Florencia. El palacio y el jardín recibieron el nombre de Tuileries, a causa de las fábricas de tejas (tuiles en francés) que antes se alzaban en su lugar.
Proyecto original de Philibert Delorme para las Tuileries.

Proyecto original de Delorme para el Palais des Tuileries; conformado, como el Louvre, a través de pabellones unidos por alas.

Mapa de las Tuileries y del Louvre hacia 1580.

Imagen idealizada de las Tuileries inacabadas (izquierda) y de las murallas de Paris (derecha) según Theodor Hoffbauer.

Reconstrucción virtual de la fachada del Palais des Tuileries hacia el jardín homónimo.

Pero ni la construcción del Louvre ni la de las Tuileries, avanzó con excesiva rapidez, es más, sufrió largos parones, principalmente a causa del grave conflicto religioso de asoló Francia durante el reinado de los llamados “últimos Valois”. El conflicto entre católicos y protestantes (llamados hugonotes en Francia) fragmentó el reino hasta llevarlo a la guerra civil. En medio de todo el conflicto la Familia Real (con Catherine de Médicis como mente pensante) jugaría el papel, no siempre acertado, de árbitro, buscando sobrevivir en medio del conflicto y del poder acumulado por los líderes de ambos bandos: el Duque de Guise en el lado católico y el Príncipe de Condé y el Duque de Bourbon (y Rey de Navarra) en el hugonote.

No obstante, que el país se deslizara hacia la guerra civil no impidió que la corte de los Valois fuera fabulosa y que sus fiestas y exquisitez fueran conocidas en toda Europa: fuegos artificiales, cabalgatas, carrousels, conciertos, bailes tres veces por semana, grandes bailes los días de fiesta que congregan a miles de personas…Famosa fue la fiesta celebrada en el castillo de Chennonceaux en mayo de 1577, con fuentes de las que emanaba vino y en la que las damas de la Corte asistieron medio desnudas y con los cabellos sueltos y el Rey y sus favoritos se vistieron de mujeres. Pero en medio de los suntuosos fastos pululaban espías, sicarios, envenenadores e intrigantes sin escrúpulos que recordaban que los excesos de la Corte no servían para borrar las penas del reino.
Los llamados "últimos Valois", Henri II y su esposa Catherine de Médicis junto con sus hijos, tres de los cuales llegaron a reinar. Élisabeth fue la tercera esposa de Felipe II de España y pasó a la historia como Isabel de Valois; Marguerite fue la famosa Reina Margot.

El Louvre, además de testigo de los fastos del poder, fue también espectador de una de las jornadas más brutales de la Francia del siglo XVI. Para consolidar la paz que había puesto fin a la Tercera Guerra de Religión (1568-1569), la reina madre Catherine de Médicis convenció a su hijo Charles IX para aceptar la boda entre su hija Marguerite de Valois y Henri de Bourbon, Rey de Navarra y líder de los hugonotes. En agosto de 1572, miles de hugonotes acudieron a Paris, una ciudad tradicionalmente muy católica, para asistir al evento. El día 18 se celebró la boda en Notre-Dame ante la fuerte oposición tanto de católicos como de protestantes, que veían en enlace como una humillación. Cuenta además la leyenda que la boda se tuvo que celebrar en frente de la catedral, bajo un sol de justicia, porque el novio se negó a entrar en un templo católico. Pero cuatro días después del casamiento, el intento de asesinato del almirante Gaspard de Coligny (otro remarcable líder hugonote) caldeó aún más los ánimos. Paris estaba al borde de la insurrección ante los archi-detestados hugonotes que pululaban a miles por la ciudad y a los que se acusaba de una paz deshonrosa; del mismo modo los hugonotes estaban más que dispuestos a tomar las armas ante el miedo a ser asesinados como se habían intentado con Coligny y un poderoso ejército había acampado cerca de la ciudad. Por otro lado el Duque de Guise, líder de la Liga Católica, había amenazado con abandonar Paris dejando a la Familia Real a su suerte y aún permanecía muy vivo el intento de secuestro orquestado en 1567 en Meaux por el Príncipe de Condé.

Al anochecer del dia 23 de agosto, después de haber visitado al convaleciente Coligny, el Rey y Catherine de Medici se reunieron con su consejo privado. Muchos ríos de tinta han corrido sobre lo que se dijo en esa reunión, pero, más allá de los debates, los que se decidió fue proceder a aplicar una “justicia extraordinaria”, se decretó que todos los líderes hugonotes que se encontraban en Paris debían ser arrestados y ejecutados, a excepción del Rey de Navarra, ahora cuñado del Rey, y del Príncipe de Condé. El mando de la “operación” lo recibió el mismísimo Duque de Guise. Casi a la medianoche, la mayoría de los líderes hugonotes, que residían en el Louvre, fueron detenidos, ejecutados y sus cadáveres desnudos expuestos bajo las ventanas de los aposentos reales, para luego ser lanzados al río.

Mientras tanto, las puertas de Paris habían sido cerradas para impedir que ningún “condenado” huyera. Ante el ruido de tales operaciones, el pueblo de Paris, creyendo que se trataba de una insurrección hugonote, tomó las armas para defender la ciudad, por miedo o por venganza los parisinos iniciaron una violenta masacre de todo hugonote que habitaba en la ciudad, independiente mente de su edad, rango o sexo. Desde el Louvre, Charles IX y su corte contemplaron, impotentes, como Paris se teñía de rojo, como el odio visceral acumulado durante décadas de transformaba en una de las peores masacres de la historia de Francia, la llamada Massacre de la Saint-Barthélemy. Cuenta la “Leyenda Negra” que el mismo Rey disparó a hugonotes desde el balcón de sus estancias, cosa bastante difícil teniendo en cuenta que las estancias reales daban al río y que el muro que cerraba el jardín impedía ver la calle.
Representación contemporánea de la Massacre de la Saint-Barthélemy según François Dubois.
Las masacres duraron días y se extendieron por varias ciudades de Francia, la cifra final de muertos se elevó a 3000 en Paris y más de 10000 en toda Francia.

La mañana siguiente, cuando el Rey, la Reina Madre y algunos cortesanos salieron del Louvre se encontraron con las calles de Paris repletas de cadáveres amontonados medio desnudos. La Masacre de San Bartolomé contribuyó a desatar la Cuarta Guerra de Religión (1572-1573), pero sobretodo a construir la “Leyenda Negra” entorno a los “últimos Valois” que sería ampliamente explotada por los cronistas del momento y por los novelistas del siglo XIX.
La reina madre Catherine de Médicis inspeccionando los cadáveres; según el pintor Édouard Debat-Ponsat (1880).

Representación de la masacre en el film La Reine Margot (1994) de Patrice Chéreau.

Henri III sucedió a su hermano Charles IX en mayo de 1574, y a pesar de que el conflicto religioso no remitió, la Corte y el Louvre vivieron uno de sus mayores periodos de esplendor. En el campo de nuestro estudio es muy importante destacar que fue Henri III el responsable de decretar en 1578 y 1585 el reglamento de la Corte y de la Maison du Roi, que fueron las bases jurídicas sobre las que luego se construyó el famoso protocolo versallesco. Asimismo, bajo influencia italiana la distribución de las estancias reales sufrió una transformación importante, al substituirse el antiguo esquema de chambre à parer (pública) – chambre de retrait (para recibir personajes de alto rango) – cabinet (completamente privado) por la triada de antichambrechambrecabinet (antecámara – cámara – gabinete) que serviría de base para la organización de cualquier palacio europeo hasta finales del siglo XIX.
El Louvre hacia finales del reinado de Henri III. © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) - Caroline Rose.

Planta del Louvre renacentista hacia 1589. En naranja la fachada de Pierre Lescot. A- Patio interior; B- Pavillon du Roi; C- Jardín hacia el Sena; 1- Escalier Henri II; 2- Salle des Caryatides; 3- tribuna para colocar el trono rodeada de columnas;  4- Salle du conseil; 5- Petite Galerie unida al Louvre por un pequeño corredor; 6- Estancias de la Reina Madre; 7- Salle haute o Sala de Guardias del Rey; 8- Antecámara del Rey; 9- Cámara del Rey; 10- Dormitorio del Rey (encima había su gabinete privado); 11- Guarda-ropa del Rey (usado en los últimos años como primera antecámara); 12- Gabinete de la Reina; 13- Cámara de la Reina; 14- Dormitorio de la Reina; 15- Gran Gabinete de la Reina; 16- Antecámara de la Reina (que comunicaba con el ala este del viejo castillo).

Pero una vez más, el Louvre sería escenario de turbulentos episodios, esta vez durante la Octava Guerra de Religión (1585-1598). A la muerte de su hermano menor el Duque de Alençon en 1584, quedaba claro que la casa de los Valois se extinguía, pues Henri III carecía de herederos. El heredero más próximo era ni más ni menos que Henri de Bourbon, Rey de Navarra y líder de los hugonotes. La posibilidad de que un monarca protestante rigiera algún día Francia alarmó a los católicos, especialmente a los parisinos, que se aglutinaron en masa entorno al Duque de Guise, líder de la Liga Católica y cuya enemistad con Henri III era más que conocida. En mayo de 1588, el Rey mandó llamar a París a diversos regimientos extranjeros ante la posibilidad de altercados, los parisinos, por su parte, sospecharon, no sin razón, que los líderes católicos iban a ser arrestados. El día 12, Paris de llenó de barricadas, la confrontación entre el Rey y el Duque de Guise llegó a la calle, era la llamada Journée des barricades. Hacia el anochecer, Henri III no tuvo más remedio que abandonar la capital a través del Jardin des Tuileries. La Liga Católica era ahora dueña y señora de Paris.

La postrera confrontación entre el último monarca Valois y el líder de los católicos franceses se desarrolló, no obstante, lejos de Paris, en el castillo de Blois. En octubre de 1588, el Rey no tuvo otro remedio que convocar los États Généraux en Blois a los que el Duque de Guise acudió y el 23 de diciembre, bajo pretexto de una supuesta audiencia con el Rey, el Duque fue apuñalado hasta la muerte en la cámara del monarca por cortesanos afines. Se dice que Henri III al ver a su rival tendido en el suelo exclamó: ¡Por fin soy rey!
El asesinato del Duque de Guise en el castillo de Blois, según Paul Delaroche (1834).

Lejos de solucionar el conflicto, el asesinato del Duque de Guise levantó a toda la Francia afín a la Liga Católica contra el Rey, que no tuvo más remedio que pactar con el hugonote Rey de Navarra que ya se había lanzado sin vacilaciones a la conquista del trono francés. El pacto duró poco, pues en agosto de 1589, mientras asediaba Paris, el propio rey Henri III fue asesinado a golpes de puñal en el castillo de Saint-Cloud. Antes de morir, no obstante, el Rey reconoció al hugonote Henri de Bourbon, Rey de Navarra, como heredero legítimo al trono francés.

La conquista del trono fue larga y los conflictos militares extenuantes, pero Henri de Bourbon, hábil político ante todo, decidió finalmente, convertirse al catolicismo el 25 de julio de 1593 en la Basílica de Saint-Denis y en 1594 fue coronado en la catedral de Chartres como Henri IV, Rey de Francia y de Navarra. Era el primer Bourbon o Borbón en sentarse en el trono francés. En 1598, promulgó el Édit de Nantes, que reconocía la fe protestante y la libertad de culto en determinados lugares del reino.
Henri IV como Marte venciendo a la Liga Católica (circa 1600) según Ambroise Dubois.

La entrada del monarca al Paris pacificado se produjo en marzo de 1594. Tras cinco años de guerra, el Louvre presentaba un aspecto desolador, las decrépitas construcciones medievales coexistían con las fábricas renacentistas sin terminar y los jardines se habían convertido en campos yermos; pero peor eran los interiores, completamente vaciados de todos sus tesoros y muebles. Las cavernosas y oscuras salas se presentaban, casi, como una personificación del estado en el que se encontraba Francia.

martes, 25 de febrero de 2014

Reportaje: Suit Supply by Carli Hermès III.

SUIT SUPPLY (AUTUMN-WINTER 2012-2013) by CARLI HERMÈS.

Seguimos con el magnifico dúo en nuestra serie de reportajes. Esta vez la inspiración parte de las célebres fotografías de los obreros trabajando en la construcción de los rascacielos de New York durante el Periodo de Entreguerras. Destaca, no obstante, como diferencia, el espectacular color de los paisajes de fondo, marrón, naranja y rojo como evocación al atardecer y a la metalurgia.













  







martes, 11 de febrero de 2014

Ut Pictura Poesis: Corrado Giaquinto en el Palacio Real.

Para la finalización del Palacio Real Nuevo de Madrid (empezado en 1737), fueron llamados a la Corte numerosos pintores españoles y extranjeros, entre los más significativos cabe destacar a Giambattista Tiepolo (1696-1770), emblema de la exuberancia tardo-barroca y a Anton Raphael Mengs (1728-1779), abanderado de la serenidad neoclásica. Pero frente a estos dos grandes pesos pesados de la pintura dieciochesca, el italiano Corrado Giaquinto (1703-1766) quedó en un segundo plano a pesar de su larga trayectoria y dilatada experiencia.
Fachada principal (sur) del Palacio Real Nuevo de Madrid.

El Palacio Real y la Calle de Bailén (1830) de Fernando Brambilla.

Nacido en el pequeño puerto de Molfetta en 1703, la juventud de Corrado Giaquinto estuvo a caballo de Nápoles y Roma. En Nápoles fue discípulo Francesco Solimena, representante de un espeso barroco “a la Rubens” pero mucho más lleno de claroscuros. A partir del 1727, se instaló en Roma, donde entró en contacto con las corrientes del barocchetto romano representadas por Sebastiano Conca y opuestas a la estela dejada por la “gran maniera” de Carlo Maratti y Pietro da Cortona. Partió a Turín en 1733 donde pudo entrar en contacto con la colorista pintura veneciana y con la influencia rococó francesa, prueba de ello son los sobrepuertas realizados para la Villa Regina con las historias de Eneas. A su vuelta a Roma recibió dos importantes encargos el papa Benedetto XIV (1740-1758): los frescos de San Giovanni Calibita (1742) y de Santa Croce in Gerusalemme (1743). Estas obras supusieron la consagración de Giaquinto como pintor de frescos, su habilidad para cambiar y mezclar registros e influencias dio como resultado pinturas espectacularmente grandilocuentes pero también llenas de color, viveza y energía. Su primer encargo para la corona española fue el cuadro de altar de la iglesia de Santissima Trinità degli Spagnoli (iglesia nacional española en Roma) a finales de la década de los 40. En 1753 se le invitó a ir a Madrid, donde, muy bien recibido (quizás por la influencia de Farinelli), supervisó la producción de tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara y restauró el fresco de Luca Giordano en el palacio del Buen Retiro, cosa que le permitió entrar en contacto con las fluidas composiciones del maestro. Finalmente, en 1756, se le encargó pintar el techo de la Capilla Real del Palacio Real Nuevo.
Espeso estilo barroco de Francesco Solimena en La Real Cacería de Dido y Eneas (circa 1712-1714), Museum of Fine Arts, Houston.

Influencia del rococó francés en Venere consegna le armi ad Enea (circa 1735) de la Villa Regina de Turín.

Frescos de Santa Croce in Gerusalemme (1743) en Roma.

Por lo tanto, años más tarde, en 1759, cuando llegó el nuevo rey de España, Carlos III, se encontró el llamado Palacio Real Nuevo, en su última fase de finalización. Con la construcción ya terminada, las tareas de acondicionamiento, decoración y “acabados” se alargaron hasta bien entrados los años 60. Pero además de sus ideales ilustrados y reformistas, Carlos III trajo de Nápoles un arquitecto, Francesco Sabatini, cuyo trabajo esmerado y racional debía poner fin a la lenta construcción y a la más larga polémica arquitectónica del Palacio Real: la de las escaleras.

El proyecto original de Sachetti preveía la construcción de dos monumentales escaleras, una para el Rey, otra para la Reina, pero el problema vino cuando se tuvo que decidir la composición y la forma de la escalera y la estructura de la caja. Fue durante finales del reinado de Felipe V  (1700-1746) y todo el de Fernando VI (1746-1759) cuando se debatió y re-debatió el proyecto de Sachetti, hasta el punto de llegarse a consultar a los insignes arquitectos italianos Luigi Vanvitelli y Ferdinado Fuga. Finalmente, se aprobó el proyecto de Sachetti que preveía la construcción de las dos escaleras según una compleja composición a base de seis rampas (cuatro en la misma dirección y dos en la dirección contraria).
Recreación del proyecto de Sachetti (1747) para la Escalera del Rey.

Pero a la llegada de Carlos III solo se habían construido las cajas de las escaleras a base de amplios arcos y ventanales; de columnas corintias y de un techo con claraboyas, casetones y motivos rocaille que enmarcaban un gran fresco central. Pero en nuevo monarca decidió una vez más cambiar el proyecto y Sabatini concibió una escalera “a la imperial” mucho más sencilla pero más monumental. Es importante remarcar que Sabatini era discípulo de Luigi Vanvitelli, célebre arquitecto tardo-barroco italiano que había construido la mayor escalinata de Europa, la de la Reggia di Caserta, palacio encargado por Carlos III mientras fue Rey de Nápoles (1737-1759). Por otro lado, Carlos III cambió la distribución de sus aposentos y encargó que se construyera sólo una escalera. Paradójicamente se construyó la Escalera de la Reina (actual Salón de Columnas) mientras que la caja de la Escalera del Rey (actual Escalera Principal) se destinó a salón de baile.
Escalera de la Reina (actual Salón de Columnas).
Escalera del Rey (usada como salón de baile bajo Carlos III) fotografiada por Laurent a finales del siglo XIX.

El salón de baile de Carlos III se convirtió en Escalera Principal bajo Carlos IV.

Todas estas trasformaciones arquitectónicas no afectaron en absoluto a Corrado Giaquinto que fue el encargado de pintar entre 1759 y 1762 los frescos de ambas cajas con su característica alegría cromática y fluidez compositiva, en la Escalera de la Reina se pintó El Nacimiento del Sol y el Triunfo de Baco y en la Escalera del Rey España rinde homenaje a la Religión y a la Fe.
El Nacimiento del Sol y el Triunfo de Baco en la Escalera de la Reina (actual Salón de Columnas).

Boceto de El Nacimiento del Sol y el Triunfo de Baco (1761) en el Museo del Prado.

España rinde homenaje a la Religión y a la Fe en la Escalera del Rey (actual Escalera Principal).

Boceto de España rinde homenaje a la Religión y a la Fe (1759) en el Museo del Prado.

Años más tarde, al subir al trono en 1788, Carlos IV, mandó trasladar la escalera del actual Salón de Columnas (antigua escalera de la Reina) al actual espacio de la Escalera Principal.
Planta del Palacio Real según el proyecto de Sachetti (1747) con ambas escaleras. En rojo, la ruta de acceso a los aposentos de Carlos III (1764), y en verde la ruta de acceso a las estancias de Carlos IV (1788).

Corrado Giaquinto fue, como ya hemos dicho, responsable de la decoración de la Capilla Real, situada en el centro de la fachada norte y en clara alineación con el Salón del Trono, situado en la fachada sur (la conexión era clara, el altar y el trono, la Iglesia y la Monarquía o Dios y el Rey). La Capilla Real, iniciada en 1750 por Ventura Rodríguez, pudo recibir a partir de 1756 los frescos de Giaquinto.
Frescos de Corrado Giaquinto (1756) en la cúpula de la Capilla Real.

Boceto de La Santísima Trinidad, la Virgen y los Santos (1755-1756) en el Museo del Prado.

Boceto de la Gloria de los Santos (1755-1756) en el Museo del Prado.


Boceto de El Paraíso (1755-1756) en el Museo del Prado.

La llegada de Mengs en 1761 y de Tiepolo en 1762 ensombreció la exitosa carrera de Giaquinto, que en 1762, por problemas de salud, pidió partir a Nápoles. Parece ser que su intención era volver a Madrid, pero la muerte le sorprendió en la ciudad italiana en 1766.