sábado, 28 de junio de 2014

El último asesinato de la Vieja Europa: el fatal encuentro de Franz Ferdinand.

Ningún 28 de junio fue tan trascendente para la historia de la Humanidad como el de 1914. En una pequeña ciudad de los Balcanes, un archiduque y un terrorista sellaron el destino de un apocalipsis que se llevaría por delante millones de vidas y que arrasaría a la incólume Vieja Europa.
Complicada situación de las distintas nacionalidades en el Imperio Austro-húngaro.

La Sarajevo de 1914 era una ciudad de provincias convertida por los avatares de la Historia en la capital de Bosnia, región que desde 1908 integraba el plurinacional Imperio Austro-húngaro. A pesar de los inevitables conflictos y tiranteces entre las distintas nacionalidades que habitaban la región (serbios, croatas y bosnios), Bosnia pareció florecer desde su integración al Imperio y sus habitantes probablemente preferían la activa tolerancia austríaca al oscuro letargo otomano. Pronto las grandes empresas vienesas abrieron sucursales en Sarajevo y los jóvenes se afanaron en aprender alemán, clave para el éxito en la Europa Central, en pleno auge económico.

Pero tras la aparente paz, en los Balcanes se fraguaban conflictos y odios que se alargarían, como bien sabemos, hasta las últimas décadas del siglo XX. Desde que el Imperio Otomano había ido abandonando la región de los Balcanes, el conflicto y la animadversión entre las distintas nacionalidades alcanzaba cotas de violencia nunca antes vistas. Desde la vecina Serbia se reclamaba Bosnia como parte de su "territorio nacional", cosa que ni los austríacos, ni los croatas o bosnios pensaban satisfacer. No obstante, en la corte del rey Petar de Serbia pululaban oscuras camarillas conectadas con grupos terroristas pro-serbios, especial relevancia había cobrado en los últimos años el coronel Dragutin Dimitrijević y su conexión con “La Mano Negra”.

“La Mano Negra” era un grupo terrorista pro-serbio que había sido responsable de diversas “razias” en la frontera austro-húngara así como ataques al ferrocarril y a otros intereses del Imperio. Su objetivo último era desestabilizar la región, o incluso el propio Imperio, para facilitar la creación de la “Gran Serbia”. El anuncio de la visita del archiduque Franz Ferdinand, heredero al trono, a finales de junio a Sarajevo supuso para el grupúsculo terrorista la oportunidad perfecta para acometer la “propagada por el hecho”.
El archiduque Franz Ferdinand von Habsburg-Este.

El Archiduque con su esposa Sophie y dos de sus tres hijos, Sophie y Maximilian.

Franz Ferdinand (del cual hablo con más calma en este post) era un personaje que se ha tachado de ultraconservador, pero era particularmente visionario en la cuestión de las nacionalidades en el Imperio. Siendo solo los austríacos y los húngaros las únicas nacionalidades reconocidas y con poder en el Imperio, el Archiduque defendía que también los eslavos (croatas, serbios, bosnios, eslovenos o rumanos) debían tener poder y reconocimiento en el Imperio. La Monarquía Dual debía transformarse en la Triple Monarquía. Dichas ideas desbarataban los “planes libertadores” de Serbia y para los grupos pro-serbios la eliminación del Archiduque era no solo positiva sino también fundamental.

Por otro lado, a Franz Ferdinand no le hacía mucha gracia viajar a aquella remota y turbulenta provincia del sur del Imperio conocida por la difícil convivencia entre etnias y su irregular fidelidad a la Casa de los Habsburgo. Pero en 1913, el Emperador le había nombrado Generalinspektor der gesamten Bewaffneten Macht (Inspector General de las Fuerzas Armadas), el cargo militar más importante por debajo del Emperador, y una de sus nuevas obligaciones era asistir a las maniobras militares, así que gustara o no, Franz Ferdinand tendría que ir a Bosnia.

El día 23 de junio, el Archiduque partió de Viena. Al parecer, su vagón sufrió un fallo eléctrico y tuvo que ser iluminado durante todo el trayecto (era de noche) con velas. El propio Franz Ferdinand remarcó el aire tétrico y fúnebre que tenía el vagón. Nadie intuyó entonces cuan premonitoria era esa afirmación. El día siguiente, el tren llegó a Trieste, el gran puerto del Imperio en el Mar Adriático. Meses antes, Franz Ferdinand se había entrevistado con el káiser Wilhelm II en el cercano castillo de Miramare, hasta la fecha no se sabe sobre qué conversaron. En Trieste, el Archiduque embarcó en el crucero de guerra SMS Viribus Unitis, rumbo al sur recorriendo la costa dalmática. Franz Ferdinand siempre había sido uno de los pocos archiduques partidarios de fortalecer la Kriegsmarine (Marina de Guerra), su extraña ruta para llegar a Bosnia era, pues, una oportunidad para inspeccionar el nuevo y flamante barco, pero también, se dice, una forma de evitar cruzar territorio de Hungría, región por la cual el Archiduque sentía una profunda inquina.

El barco recorrió la bella y poética costa de la Dalmacia y pasó de largo por los elegantes balnearios en los que veraneaba la aristocracia vienesa (Abbazia, Fiume o Portoroz). No había tiempo para visitas turísticas. En la desembocadura del río Neretza, Franz Ferdinand se trasladó al pequeño barco Dalmat para ir río arriba hasta Metkovic, ciudad fronteriza entre Croacia y Bosnia. Allí cogió el tren hasta el pueblo balneario de Ilidza (cerca de Sarajevo) donde llegó el jueves 25 de junio por la tarde. Su esposa Sophie, Duquesa de Hohenberg, que había insistido en acompañar a su marido, viajó en tren directamente desde Viena y llegó un día antes a Ilidza, allí la pareja se alojó en el elegante y tranquilo Hotel Bosna. Como Franz Ferdinand viajaba en calidad de Inspector General, el rígido protocolo de la Corte no se aplicaba y él podía aparecer en público junto con su amada esposa.

Desde la calma de Ilidza la pareja asistió a las maniobras militares que tuvieron lugar en los alrededores de Sarajevo los días 26 y 27. El archiduque Franz Ferdinand escribió con entusiasmo a su tío, el Emperador, cuan satisfecho había quedado al ver el ejército en tan perfecto estado. Cuatro divisiones de infantería, dos escuadrones de caballería y veinte baterías de artillería (en total casi 22.000 hombres) participaron en las maniobras. Solo se registró un accidente: fue arrestado un hombre que merodeaba cerca del séquito del Archiduque, más tarde fue identificado como el fotógrafo oficial de la Corte y fue liberado.

El 26 por la tarde, despues del primer día de maniobras, Franz Ferdinand y Sophie decidieron visitar de improvisto Saravejo, ella quería comprar una alfombra oriental. La visita se desarrolló sin incidentes y la pareja quedó satisfecha por al cercanía de la gente y la ausencia de amenazas. Esta pequeña tarde de compras y el éxito de las maniobras militares empujaron al Archiduque a seguir el programa previsto a pesar de las posibilidades de atentado. Su chambelán, el Barón Karl von Rumerskirch, sugirió cancelar la visita del día siguiente a Sarajevo y embarcar en el SMS Viribus Unitis rumbo a Trieste, la pareja podría celebrar en la ciudad su aniversario de bodas el 1 de julio. Sin embargo, el gobernador Potiorek insistió en la visita, sino los bosnios y los serbios moderados partidarios del Imperio se sentirían defraudados. Franz Ferdinand decidió seguir adelante.
  
Franz Ferdinand y Sophie en uno de los eventos anteriores al 28 de junio.

Aquella soleada mañana del domingo 28 de junio, el séquito del Archiduque recorrió las calles de Sarajevo rumbo al Ayuntamiento (alojado, por cierto, en la tristemente famosa Vijecnica). Desde su salida de la estación, los seis coches descapotables que formaban el convoy fueron vitoreados por los ciudadanos y las calles se engalanaron con banderas austríacas (negras y amarillas) y bosnias (rojas y amarillas). Inexplicablemente, la seguridad había sido dejada en manos de la policía municipal, formada por no más de 120 hombres, y todos los soldados que habían participado en las maniobras permanecieron confinados en sus casernas. Dichas medidas distaban diametralmente de las implementadas durante la visita del Emperador en 1910, cuando se decidió alinear a los soldados en las calles. Asimismo, la visita coincidía con el Día de San Vito, importante fiesta del nacionalismo serbio que conmemoraba la derrota a manos de los otomanos en 1389.

Mientras el convoy recorría la llamada Appel Quai, que discurría paralela al rio Miljacka, el tercer asesino que esperaba en la calle, Cabrinovic (los otros dos habían perdido la oportunidad), lanzó una bomba (modelo Orsini, como las que se lanzaron en el Liceu de Barcelona) al coche del Archiduque, que era el segundo del convoy. La bomba parece ser que revotó en la capota del vehículo y cayó al suelo, aunque otras fuentes afirman que fue el propio Archiduque quien la golpeó con el antebrazo. La bomba rodó por la calle y fue a estallar debajo del tercer vehículo, dejando a sus ocupantes malheridos. El estallido causó una confusión tremenda, el resto de los coches partieron a toda velocidad y la policía se internó entre la multitud para coger a Cabrinovic mientras los heridos (alrededor de 15) recibían los primeros auxilios. Cabrinovic ingirió una cápsula de cianuro y luego se lanzó al río, pero, ironías de la Historia, la cápsula no le mató, solo le hizo vomitar y el río Miljacka solo tenía unos centímetros de agua así que la policía prendió fácilmente al terrorista, que estuvo a punto de ser linchado por la gente.
Sarajevo alrededor de 1914, una pequeña ciudad de los Balcanes en plena trasnformación urbanística. Por la izquierda discurre la Appel Quai, que comunicaba el Ayuntamiento con la Estación.

Los otros tres asesinos que esperaban en Appel Quai también perdieron su oportunidad al pasar el coche del Archiduque a toda velocidad. Franz Ferdinand y su esposa Sophie, así como el resto del séquito llegaron al Ayuntamiento al borde del ataque de nervios. Cuando el alcalde Curcic, que no sabía lo ocurrido, iba a empezar su discurso de bienvenida el Archiduque le interrumpió con la famosa frase “¡¡Me tendrían que recibir con flores y me reciben con bombas!!”. No obstante unas palabras de Sophie al oído de Franz Ferdinand bastaron para que éste recuperara la serenidad, luego le dieron su discurso y lo leyó intentando ignorar que el papel estaba salpicado de sangre. El resto de la recepción en el Ayuntamiento se desarrolló según el programa previsto.

Al finalizar la recepción se decidió cambiar el programa del día, antes de la visita al Museo, el Archiduque deseaba visitar a los heridos del atentado en el hospital. No obstante, como parte del séquito estaba precisamente en el hospital, las nuevas órdenes no fueron comprendidas o no llegaron a los chóferes. Mientras tanto, el resto de los terroristas se habían dispersado por Appel Quai y las calles adyacentes a la espera de una segunda oportunidad, Gavrilo Princip se situó en la esquina de Appel Quai con Franz-Joseph-Strasse.
Franz Ferdinand y Sophie abandonan el Ayuntamiento rumbo a su cita con la Historia. Es la última foto que se tiene del heredero al trono austríaco y su esposa.

De nuevo el convoy de coches recorrió el mismo camino en sentido inverso. En el primer coche viajaba el alcalde Curcic y en el segundo coche el gobernador Potiorek al lado del chófer y detrás Franz Ferdinand (izquierda) y Sophie (derecha); el Conde Harrach viajaba de pie en el estribo izquierdo para proteger al Archiduque.

Al llegar a la esquina con la Franz-Joseph-Strasse, el primer coche, el del Alcalde, giró a la derecha tomando dicha calle en vez de continuar recto por la Appel Quai, el chófer del coche del Archiduque hizo lo mismo. Cuando los ocupantes de los vehículos informaron del error a los conductores, los coches pararon y empezaron a dar marcha atrás mientras el resto de los vehículos esperaban en la Appel Quai. Fue un error de apenas unos metros, pero suficiente para cambiar la Historia.
Esquina de la Appel Quai con la Franz-Joseph-Strasse (izquierda), las fachadas prácticamente no han cambiado.

Conmemoración en 2014, con el acertado título: "La esquina que inició el siglo XX".

Desde la esquina donde esperaba, casi como si fuera una fatal casualidad, Princip observó como el coche del Archiduque paraba delante suyo y luego empezaba a retroceder. Princip sacó la pistola, avanzó unos pasos y disparó solo dos tiros. El primero seccionó la yugular del Archiduque cuya sangre salpicó la cara del Conde Harrach, la segunda bala penetró en el abdomen de Sophie, que se había abalanzado hacia delante para proteger a su marido. Princip no pudo realizar más disparos porque fue apresado inmediatamente. Ante la confusión general, los miembros del séquito se afanaron en auxiliar a la pareja imperial. Franz Ferdinand respiraba con mucha dificultad mientras la sangre de su cuello empapaba la casaca azul del su uniforme, en un par de ocasiones dijo “Sophie, Sophie, debes vivir por los niños.”, pero Sophie había muerto al instante y yacía encima de las rodillas de su marido. Franz Ferdinand no lo sabia, solo pudo decir “No es nada, no es nada...” hasta que su voz se apagó. El coche reculó y cruzó a toda velocidad el puente Lateiner hasta la residencia del Gobernador, situada al otro lado del río. Franz Ferdinand fue declarado muerto apenas 10 minutos después.
Uniforme ensangrentado del archiduque Franz Ferdinand, en una fotografía del expediente de la investigación que se abrió tras su muerte.

La llamada "Sarajevoraum" del Heeresgeschichtlichen Museum (Museo de Historia Militar) de Viena. A la derecha el coche en el que viajaban Franz Ferdinand y Sophie; a la izquierda el uniforme y la chaise-longue donde falleció él.


Un fatal encuentro y solo dos disparos que alteraron para siempre el devenir de la Humanidad.

sábado, 14 de junio de 2014

Los mitos del Castillo de Drácula (segunda parte).


Bram Stoker nunca visitó Transilvania (por entonces parte del Imperio Austro-húngaro) ni ninguna de las regiones circundantes en las que se ambientaba su famosa novela, no obstante, sí que se documentó exhaustivamente. Stoker leyó el Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia (1820) de William Wilkinson y Transylvania Superstitions (1885) y The Land Beyond the Forest (1888) ambas de Emily Gerard.
Bram Stoker (circa 1906).

También se reconoce la influencia de las “novelas góticas” The Vampire (1819) de John Polidori, Varney the Vampire (1847) de James Malcom Rymer o Carmilla (1871) de Sheridan Le Fanu, entre otras; aunque probablemente también se inspiró en personaje reales como la sanguinaria condesa Erzsébeth Báthory, y evidentemente, Vlad III Dracul.

¿Y cómo Bran acabó siendo relacionado con la novela de Stoker? En primer lugar Bran había tenido hasta la fecha una historia bastante prosaica, casi anodina, podría decirse. Por otro lado su relación con Vlad “el Empalador” (que era Príncipe de Valaquia, no de Transilvania) era circunstancial, mucho más importantes fueron su fortaleza de Poenari o su palacio de Targovishte, ambos en Valaquia. En segundo lugar, Stoker sitúa el castillo de Drácula en el Paso del Borgo, en el norte de Transilvania (Bran está al sur), a más de 170 kilómetros de Brasov.

Pero el castillo de Bran “estaba completo”, por así decirlo. Encaramado sobre un alto risco, cerca de las montañas y con ese aspecto poco sofisticado y suntuoso, sino más bien tosco e impenetrable resultaba mucho más atrayente. Asimismo, Bran recordaba a otra de las obras que inspiró a Stoker, Le Château de Carpathes (1893) de Jules Verne, en dónde un misterioso castillo de los Cárpatos parece que está habitado por el Diablo. También se plantea que Stoker se sirvió de una ilustración de Bran que aparecía en Transylvania: Its Product and Its People (1865) de Charles Boner para imaginar la morada del Conde Drácula.
Le Château des Carpathes de Jules Verne, como en todas sus obras, la ciencia siempre supera la superstición.

Bran (Törzburg en alemán) según el gravado de la obra de Charles Boner.

Sea como fuera, esa habitual mezcla de curiosidades históricas, hipótesis literarias y supersticiones populares acabaron por convertir Bran en el “Castillo de Drácula”, sin que a ciencia cierta podamos decir en qué momento se hizo por primera vez esa conexión. Lo que es indudable es que las películas de Dracula (1931) con Béla Lugosi y Dracula (1958) con Christopher Lee contribuyeron a convertir al personaje de Bram Stoker (y su asociación con Bran) en un icono de la cultura pop.

Mientras la obra de Dracula se ganaba un hueco en la historia de la literatura universal, el castillo de Bran proseguía su historia bajo la administración de la villa de Brasov, hasta que el final de la Primera Guerra Mundial supuso un cambio radical para la región de los Balcanes y para Bran. Sin embargo, antes de llegar a 1918, debemos retroceder un poco.

Desde mediados del siglo XIX con el surgimiento de los nacionalismos, los Principados de Valaquia y Moldavia había deseado su independencia del Imperio Otomano (de jure) y del Imperio Ruso (de facto) y la creación de un nuevo estado. Aprovechando la derrota rusa durante la Guerra de Crimea, el aristócrata moldavo Alexandru Ioan Cuza inició el camino hacia la unión cuando fue proclamado príncipe de ambas regiones en enero de 1858. Cuatro años después, con el apoyo de Napoléon III, Valaquia y Moldavia se fusionaron en un nuevo estado llamado Rumanía, con capital en Bucarest y Cuza fue nombrado domnitor (más que príncipe).

Diversas crisis internas precipitaron la caída de Cuza en 1866. Se procedió entonces a buscar un nuevo domnitor, principalmente alguien que estuviera bien relacionado con las casas reinantes europeas, y se eligió al príncipe Karl von Hohenzollern-Sigmaringen, joven aristócrata católico emparentado con los Hohenzollern que reinaban en Prusia (y desde 1871 en Alemania). Karl recibió el nombre rumano de Carol. El nuevo monarca contribuyó a garantizar la estabilidad y la progresiva modernización del nuevo estado, asimismo, después de la derrota turca de 1878 pudo proclamar la definitiva independencia y en 1881, Rumanía se convirtió en reino y Carol fue proclamado Carol I, Rey de Rumanía.
Carol I, primer Rey de Rumanía.

El Reino de Rumanía en los albores de la Primera Guerra Mundial.
Siebenbürgen es el nombre alemán de Transilvania.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalló en el verano de 1914, Carol I, emparentado con el káiser Wilhelm II, consideró una cuestión de honor incorporarse al bando de los Imperios Centrales, pero chocó con la oposición de la mayoría del gobierno y de la opinión pública. Como Rumanía reclamaba Transilvania (que pertenecía a Austria-Hungría) como parte de su “territorio nacional” se consideraba inadecuado luchar en su bando y se optó por la neutralidad. La muerte del monarca en octubre del mismo año cambió las cosas.

Su sucesor era su sobrino, Ferdinand I, casado con Maria de Edimburgo, nieta de la reina Victoria, sobrina de Edward VII, y prima hermana de la zarina Aleksandra Fyodorovna, del káiser Wilhelm II y de la reina Victoria Eugenia de Battenberg, esposa de Alfonso XIII. La nueva pareja real era profundamente pro-británica de modo que la entrada de Rumanía en la guerra era cuestión de tiempo. A imitación de Italia, Rumania entró en guerra con los Aliados cuando el desenlace ya parecía vislumbrarse, en verano de 1916. La campaña rumana en la guerra fue un estrepitoso fracaso, pero como había elegido el bando ganador poco importó.
Maria de Edimburgo siendo aún Princesa Heredera de Rumanía (circa 1902).

Ferdinand I y Maria.

La elección fue juiciosa, aunque quien sabe cómo habría terminado la guerra si Rumanía hubiera luchado a favor de Alemania y de Austria. Sea como fuere, con la desintegración del Imperio Austro-húngaro, Rumanía recibió su gran premio: Transilvania. Los húngaros habían sido “la niña bonita” de Imperio Austro-húngaro y las excesivas concesiones que recibieron no hicieron más que irritar al resto de las nacionalidades. Asimismo durante muchos años tanto los rumanos como los sajones que habitaban en Transilvania se habían quejado de los continuos intentos de “hungarización”.
Compleja distribución de las nacionalidades en el Imperio Austro-Húngaro.

El Reino de Rumanía al termino de la contienda, en marrón claro las nuevas adquisiciones: Transilvania y Besarabia.

La incorporación de Transilvania a Rumanía fue visto como un gran triunfo nacional (casi duplicaba su territorio) y como la consagración de la nueva pareja reinante, Ferdinand I y Maria, que fueron fastuosamente coronados en octubre de 1922 en Alba Iulia (capital ancestral de la región) como Rey y Reina de la “Gran Rumanía”.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el castillo de Bran? Pues todo, en realidad. Junto con Transilvania, Brasov y Bran también se incorporaron a Rumanía y el 1 de diciembre de 1920, la ciudad decidió ofrecer el castillo a su nueva Familia Real. La cesión se hacía a la pareja real como particulares, por lo que el castillo de Bran pasaba a ser una propiedad privada y no del Estado. Finalmente, después de más de cinco siglos de historia Bran alojaba a unos reyes, pero en pleno siglo XX.

La reina Maria, gran apasionada del patrimonio, la Historia y el Arte inició pronto la adaptación del Bran como su nueva residencia veraniega. Durante casi diez años el arquitecto Karel Liman transformó el viejo castillo en una casa perfectamente habitable. Se construyeron dos nuevas escaleras para facilitar la comunicación, se abrieron nuevas ventanas en los viejos baluartes o se adaptaron las troneras y se modernizaron las chimeneas. También se instalaron tres centralitas telefónicas, se excavó un pozo en el patio para proporcionar agua potable al castillo, que recibió un nuevo sistema de tuberías que distribuían agua caliente y fría y la electricidad fue proveída por dos turbinas que además proporcionaron corriente a los modestos pueblos de los alrededores.
Coqueto patio interior de Bran, nada de construcciones terroríficas, fíjense en los turistas apretujados en el balcón superior.

El patio repleto de flores en los años 20 o 30.
anomismia.wordpress

Asimismo, se excavó un ascensor en la roca para que la Reina y sus invitados pudieran descender al jardín cómodamente. Incluso el jardín sufrió importantes trasformaciones, pues la jardinería era una de las grandes pasiones de la Reina: se trajeron exóticas plantas de toda Rumanía e incluso de más allá de sus fronteras, se construyó un invernadero con calefacción para guardar las plantas en invierno, y por el parque aparecieron nuevas construcciones como un Pabellón de Té, una Casa de Invitados, una Casa de Juegos para los nietos de la Reina…además de alojamientos para el personal, una caballeriza y seis garajes.
Plano de la planta baja: 1- Sala de Guardias; 2- Capilla de la princesa Mircea; 3- Patio; 4- Pozo; 5- Antiguo ascensor de la Reina; 6- Escalera principal. 

Plano del primer piso:  1- Vestíbulo; 2- Dormitorio de la Reina; 3- Antecámara; 4- Sala Gótica o Amarilla; 5- Salón Grande; 6-7- Escalera "secreta" hacia la Biblioteca.

Planta del segundo piso: 1- Antecámara, 2- Salón Biedermeier; 3- Dormitorio del Rey; 4- Comedor principal; 5- Actual sala de los vestidos; 6- Antecámara; 7- Corredor; 8-9- Suite Verde; 10- Actual sala de proyecciones.

Planta del tercer piso: 1- Salón de Música o Biblioteca de la Reina; 2- Antecámara; 3- Loggia.

Planta del cuarto piso: 1-4- Estancias del príncipe Nicolae; 5- Escalera principal.

Como la otra gran pasión de la Reina era la decoración, los insípidos interiores del castillo de Bran fueron, del mismo modo, tuneados. A la Reina le apasionaba el arte medieval y bizantino, así como las artes populares, de modo que si el visitante espera encontrar en Bran tétricas estancias de altos techos y puertas repletas de esculturas fantasmagóricas, se va a sentir decepcionado. En realidad los interiores de la reina Maria se acercan más a un depurado estilo vernácula, o como diríamos hoy rústico. El resultado tiene encanto aunque se parezca más a un hotel eco-chic de Ibiza o Saint-Tropez que a los supuestos aposentos del Conde Drácula.
Sala Gótica o Amarilla.
anomismia.wordpress


Salón de Música o Biblioteca de la Reina.

Salón de Música o Biblioteca de la Reina en la actualidad y en los años 30.
© www.karelliman.com

Loggia en la actualidad y en los años 30.
© www.karelliman.com

Dormitorio de la Reina en la actualidad, con los pocos muebles que sobrevivieron al periodo comunista.

Cierto que las transformaciones fueron importantes, pero el aspecto del castillo varió muy poco, en palabras de la Reina “no he hecho nada para eliminar su aspecto feudal […] las puertas siguen siendo tan bajas que tienes que agacharte para entrar, los muros siguen siendo igual de gruesos […] y el castillo tiene tantos niveles que uno difícilmente sabe en qué piso está […] he convertido Bran en un pequeño museo repleto de raros tesoros traídos de muchos lugares”.

Con o sin Drácula, se considera que la “edad de oro” del Castillo de Bran fue bajo la reina Maria, que en la Rumanía de Entreguerras fue tremendamente popular por su pasión por la cultura e historia rumanas y por sus obras de caridad. Su muerte en 1938 también se considera el fin de la “edad de oro” del Reino de Rumanía.
La reina Maria hacia 1925.

La reina Maria en Mamaia (1924).


La reina Maria pintada en 1936 por el célebre Philip Alexius de László, considerado el último "pintor de la realeza".

Para Bran, el resto es casi un epílogo, la difunta reina cedió el castillo a su hija la princesa Ileana que en 1940 decidió enterrar en Bran el corazón de su difunta madre, allí reposa en una cavidad al pie del castillo. Como la Princesa se había casado con el archiduque Anton von Habsburg y además no se llevaba muy bien con su hermano, el nuevo rey Carol II, residió principalmente en Viena. Ileana solo volvió a Bran en 1944 para instalar un hospital en la localidad. Por aquel entonces Rumanía se hallaba inmersa en la Segunda Mundial, luchando junto a la Alemania Nazi y como el hospital de Brasov había sido bombardeado por los aliados, la Princesa ofreció diversos edificios de la propiedad. En dicho hospital trabajó la Princesa como enfermera hasta enero de 1948.
La princesa Ileana en la década de los 20.

La princesa Ileana a finales de los años 30.

Con la llegada de los comunistas al poder, se les dio a todos los miembros de la Familia Real veinticuatro horas para abandonar el país. Ileana se exilió en Estados Unidos en donde fundó un monasterio ortodoxo en el que murió en 1990. Bran fue confiscado por el gobierno comunista que dispersó buena parte de sus muebles y colecciones, en 1956 se abrió por primera vez al público. En 2006, el Tribunal de Estrasburgo dictaminó que el Castillo de Bran debía retornar a sus legítimos propietarios, los descendientes de Ileana, los archiduques Dominic, Maria Magdalena y Elizabeth. Lo nuevos propietarios, residentes en Estados Unidos, recibieron de golpe una fabulosa propiedad costosísima de mantener, por eso decidieron ponerla finalmente en venda en invierno 2014, sin que encontrasen comprador.

Antes de terminar me gustaría citar la crítica que una viajera hizo al castillo de Bran en un conocido portal de viajes. “Sospecho que el 99% de los visitantes de Bran esperan algo relacionado con Drácula, al menos que Bram Stoker residió en él […] dicho 99% saldrá decepcionado […] El tour guiado por el castillo se limita a hablar solo de la Familia Real Rumana y no menciona Stoker o Vlad “el Empalador” ni una sola vez !!”. En el mismo portal otros turistas decían que se podría reestructurar el castillo “para hacerlo más tétrico” o que se podría explotar la conexión con Drácula “en plan parque temático”. En todo caso la web del Castillo de Bran deja bien claro que se debe distinguir entre la novela de Stoker y la auténtica historia del castillo.

Son varias las conclusiones que podemos sacar de la historia de Bran: que la cultura popular vive a años luz de la realidad histórica; que el turista en masa viaja con una mochila cargada de tópicos (y vuelve con ella); que hacer un viaje no es solo visitar lugares conocidos, hacerse una foto y comprar un souvenir; que no hay periodos históricos más guays que otros; que los turistas deberían documentarse un poco antes de pisar otro país (más con lo que nos permite Internet); que hay una maldita tendencia (que no tiene cabida más allá de la literatura) a relacionar lugares con personajes famosos o que esa afición a la “Edad Media – épica – parque temático – Señor de los Anillos” podría empezar a ser superada.

lunes, 9 de junio de 2014

Los mitos del Castillo de Drácula (primera parte).


Hace unos meses apareció en los periódicos la curiosa noticia sobre la venta del “castillo de Drácula”. Se trataba evidentemente de una técnica publicitaria, pues los artículos hacían referencia al Castelul Bran (Castillo de Bran) en Rumanía, que usualmente se ha identificando como el edificio que inspiró al irlandés Bram Stoker para describir la residencia del protagonista de la magna obra Dracula (1897). Difícil, pues se sabe que Stoker nunca visitó Rumanía. Algunos, no obstante, han preferido argumentar que Bran sirvió de modelo para el castillo de Drácula porque fue residencia y propiedad de Vlad III Dracula, Príncipe de Valaquia, conocido como Vlad “Tepes” (Vlad “el Empalador”) que perece ser que inspiró al Conde Drácula de la novela.
La "tétrica" silueta emerge entre los bosques del sur de Transilvania.

Sea como sea, lo cierto es que cada año miles de turistas visitan el Castillo de Bran bajo el reclamo simplón de que es “el Castillo de Drácula”, en él esperan encontrar historias macabras, supersticiones, interiores tétricos y una bonita tienda de souvenirs. Los historiadores sabemos, no obstante, que entre los tópicos que se venden al turismo de masa y la realidad histórica suele haber un abismo. Veamos, pues, la verdadera historia del Castillo de Bran y de su célebre propietario.
Sofisticado sistema de iluminación nocturna para darle un aire más fantasmagórico.

La historia del castillo de Bran empezó en 1377, ese año Lajos I de Anjou, Rey de Hungría, decidió construir una fortaleza encima del promontorio rocoso de Bran, las razones eran militares y económicas. En primer lugar el Imperio Otomano empezaba a amenazar la frontera sureste del reino y en segundo lugar, por la Garganta de Bran pasaba la más importante ruta comercial que unía Valaquia (sur) con Transilvania (norte). La protección de dicha ruta comercial implicaba, además, el cobro de nuevos impuestos y aduanas, con lo que la nueva guarnición de Bran podía ser en el fondo muy lucrativa. Pronto se constituyó un mayorazgo para el castillo, que incluía once pueblos, y se nombró a un señor, que pasó a ejercer las funciones del Rey en la región y, muy importante, a recibir un 3% del cobro de los impuestos.
Europa a inicios del siglo XV, Transilvania se encuentra justo al norte de Valaquia y por aquel entonces formaba parte del Reino de Hungría.

A finales del siglo XIV, el Rey de Hungría cedió Bran al Príncipe de Valaquia, con la intención de que bajo su control pudiera ejercer una resistencia más eficiente contra el invasor otomano. No obstante, parece ser que los constantes abusos de poder de los señores feudales favorecieron que el rey Zisgmond I otorgara la propiedad al Príncipe de Transilvania en 1419. Mientras tanto Valaquia sucumbía al poderío turco y en 1417 aceptaba convertirse en un estado vasallo del Imperio Otomano.

Décadas más tarde, Valaquia se hallaba sumida en una guerra civil que enfrentaba a las familias rivales Daneshti y Draculeshti (que quería decir “del dragón”). En agosto de 1456, el entonces príncipe Vladislav II Daneshti murió a manos de su rival Vlad III Dracul, que se proclamó nuevo príncipe e inició su reinado (1456-1462). Vlad III, que la historia apodaría Vlad “el Empalador” por su afición a empalar a sus enemigos y prisioneros (que hasta entonces no había sido una técnica de ejecución muy popular), fue un gobernante sin escrúpulos aunque hábil. Luchó ferozmente contra las tropas otomanas en un intento por recuperar la completa independencia de su principado, también tuvo que enfrentarse a su vecino del norte, el Príncipe de Transilvania, y a las cambiantes alianzas del Rey de Hungría. Asimismo, llevó a cabo una auténtica purga contra los boyardos (nobles), a los que acusaba de cuestionar su poder y sus prerrogativas, de empobrecer al país con sus continuas luchas internas y de haber traicionado a su padre Vlad II en 1442, cosa que había obligado al joven príncipe a tener que exiliarse a Edirne.
El Principado de Valaquia durante el reinado de Vlad III. Bran se encuentra en la zona central de la frontera norte.

Las crónicas nos has dejado la imagen de un personaje sanguinario, aunque son fuentes, como en el caso de los emperadores romanos, excesivamente parciales. Se dice que el propio sultán Mehmed II, que también tenía fama de sanguinario, quedó conmocionado al ver cerca de 20.000 turcos empalados fuera de las murallas de Targovishte, la capital de Vlad. Es difícil saber hasta qué punto las sanguinarias historias son ciertas, aunque el uso metódico del terror mezclado con la crueldad irracional fueron ampliamente usados como sistema de control por distintos gobernantes a lo largo de toda la Edad Media.
Copia de un supuesto retrato de Vlad III que se halla en la famosa colección de los Habsburgo en el Schloss Ambras.

La "prensa" germana fue especialmente activa narrando los barbaridades de Vlad "el Empalador"; aún se nos escapa el porqué.

De Vlad III se suelen obviar, sin embargo, sus actividades constructoras, se sabe que financió la construcción de numerosas iglesias y monasterios, que mejoró la red de caminos para favorecer el comercio y que se aseguró de establecer una administración más eficiente y menos clientelar y de disminuir el crimen y la inseguridad.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el castillo de Bran? Pues poco, la verdad. Al estar Bran cerca de la frontera entre Valaquia y Transilvania fue objeto de serias disputas. En 1459, los sajones de Transilvania exigieron un aumento de las tasas comerciales y, además, empezaron a apoyar al rival de Vlad III en el trono valaquio. En el invierno de ese año, las tropas de Vlad cruzaron la Garganta de Bran rumbo hacia la floreciente ciudad comercial de Brasov (unos kilómetros más al norte, aunque en territorio transilvano), allí quemaron los suburbios y la vieja iglesia de San Bartolomé y empalaron a varios centenares de sajones transilvanos. Si Vlad “el Empalador” llegó a residir o siquiera a poner un pie en el castillo de Bran ya es cosa de nuestra imaginación.

No obstante, el turista o la cultura popular suelen olvidar los auténticos restos pétreos que aún permanecen en pie y que se pueden conectar con la vida de Vlad III. En su capital de Targovishte, se pueden ver las ruinas de su palacio, un complejo de edificios que contenía varias capillas y un gran salón de banquetes, pero es poco espectacular. El auténtico castillo (o quizás mejor, fortaleza) de Vlad “el Empalador” se encuentra en Poenari, la fortaleza se construyó en un escarpado promontorio encima del valle del rio Argesh y fue una elaboradísima obra de ingeniería, aunque, una vez más, de ella solo quedan las ruinas.
Ruinas de la Fortaleza de Poenari, también visitada, aunque mucho menos que Bran, por los aficionados al turismo vampírico.

El final de Vlad llegó en 1462. Viajó hasta Budapest para pedir al rey Mátyás I de Hungría dinero para financiar sus continuas campañas, pero ignorante de la compleja política a nivel internacional y del carácter maquiavélico del Rey, fue enviado al calabozo, de él salió en 1476 tras convencer al Rey de que recuperar el trono sería bueno para contener a los otomanos. Pero su último reinado fue corto, a finales de ese mismo año fue capturado y ejecutado en las afueras de Bucarest por hombres del Sultán con la complicidad de su rival Basarab III de Valaquia.

Mientras tanto la historia de Bran siguió su curso, en 1498, el castillo (y su derecho cobrar impuestos) fue adquirido por los boyardos de Brasov; las relaciones entre la ciudad y el castillo y sus siervos fueron a veces tensas y las revueltas por los abusos de poder fueron frecuentes. Asimismo, también fueron frecuentes los encontronazos entre la ciudad de Brasov y el Príncipe de Transilvania por la propiedad del castillo de Bran, no obstante, es cierto que la relación Brasov-Bran fue económicamente muy productiva.

Paralelamente, el Reino de Hungría sucumbía ante el poderío otomano, la Batalla de Mohács (1526) selló de destino de Hungría, que fue incorporada el Imperio Otomano. A pesar, de ello, tanto Transilvania como Valaquia (que se habían convertido en estados vasallos con anterioridad) conservaron en gran parte su autonomía y sus instituciones.
El Imperio Otomano dueño de los Balcanes a mediados del siglo XVII. Transilvania y Valaquia rodeadas de los distintos eyalatos (provincias) otomanas. El punto rojo indica la localización aproximada de Bran.

Al estar situado en la frontera entre Valaquia y Transilvania, Bran fue a veces protagonista en las frecuentes luchas que enfrentaron a los príncipes de ambas regiones entre ellos y contra los húngaros o los otomanos. Numerosas escaramuzas tuvieron lugar en Bran, sin ser ninguna de ellas relevante. Bran cambió frecuentemente de bando, en función de los intereses comerciales de la villa de Brasov, y, en varias, ocasiones el castillo y su propiedad fueron confiscados ya fuera por necesidades militares o como castigo por las “malas alianzas” de la ciudad. La cesión definitiva del castillo a la villa de Brasov no se produjo hasta que, en 1651, Gheorghe Rákóczy, Príncipe de Transilvania, firmó un documento al respecto. Progresivamente el castillo fue adquiriendo una labor más administrativa y menos militar.

El desquite contra los otomanos no vino hasta finales del siglo XVII, bajo el liderazgo del famoso general, el príncipe Eugen von Saboyen. Después de que los turcos fracasaran en su asedio a Viena en 1683, Leopold I de Habsburgo, Sacro Emperador Germano, le encargó que recuperara Hungría. En 1686, se recuperó Buda (futura Budapest) y en 1697, la derrota turca en la Batalla de Zenta permitió recuperar el Principado de Transilvania (y Brasov y Bran). Transilvania se integró en el Reino de Hungría, que a su vez lo hizo en las posesiones de la Casa de los Habsburgo o Monarquía Habsbúrgica, pero con el llamado “Leopoldine Diploma”, el emperador reconoció todos los privilegios e instituciones transilvanas.
Europa a inicios del siglo XVIII, con los Habsburgo dueños de Hungría y Transilvania.

A partir de entonces, muchas de las ciudades y lugares usaron sus nombres alemanes como Kronstadt/Brasov, Törzburg/Bran, o la capital de Transilvania, Sibiu, que fue conocida como Hermannstadt.
Pocas cosas ocurrieron en Törzburg/Bran hasta 1836, en ese año, la frontera con el Imperio Otomano fue movida más hacia el sur, montañas arriba; y la aduana se trasladó a Fundata. En 1836, se sabe que alrededor del castillo existía el edificio de la aduna y sus oficinas, una posada, una capilla, una oficina de correos y una pequeño jardín para el castellano.
Bran en un gravado de mediados del siglo XIX.

Postal fotográfica de Bran con su nombre en alemán, Törzburg, finales del siglo XIX.

Mientras tanto, la función militar del castillo se había quedado obsoleta, la Monarquía Habsbúrgica, convertida en Imperio Austríaco en 1804, había pasado de la defensa al ataque y con el Imperio Otomano en decadencia, la fortaleza de Bran parecía ahora irrelevante. Pero la turbulenta región de los Balcanes evolucionaba. Las antaño etnias del Imperio Otomano proclamaron una tras otra su independencia y como no se aguantaban entre ellas se disputaron  frecuentemente el territorio. En 1866 se fundó el Principado de Rumanía (unión de Valaquia y Moldavia), que en 1881 se transformó en reino.

Durante la Guerra Ruso-Turca (1877-1878) se escribió la última página de la historia militar de Bran; aunque Austria permaneció neutral, desconfiaba de las intenciones de Rumanía que reclamaba Transilvania como parte de su territorio “nacional”.  Austria no pensaba satisfacer dichas reclamaciones y ordenó preparar sus fortalezas de la frontera. El ejercito “alquiló temporalmente” la fortaleza y procedió a preparar sus defensas; con los muros gruesos y firmes no había problema, pero como la fortaleza podía ser bombardeada desde posiciones más elevadas se decidió reparar los techos, cuyas goteras ya habían deteriorado seriamente algunas de las edificaciones. A causa de problemas burocráticos y financieros las reparaciones no se llevaron a cabo hasta 1883-1886. Dos años después el ejército “devolvió” el castillo de Bran a la ciudad de Brasov y en él se instalaron los guardabosques y también se adecuaron algunas estancias para almacenar verduras.
El Imperio Austro-húngaro a finales del siglo XIX, Kronstadt/Brasov se encuentra en el extremo oriental. Para la mayoría de los europeos "la civilización" terminaba en Budapest, más allá se extendían amplias llanuras y angostos valles repletos de supersticiones y gente con extrañas tradiciones.

Convertido en poco más que un almacén, al "tétrico" castillo de Bran le faltaban solo unos años, sin embargo, para pasar a la Historia. En 1897, Bram Stoker publicó Dracula.