sábado, 28 de junio de 2014

El último asesinato de la Vieja Europa: el fatal encuentro de Franz Ferdinand.

Ningún 28 de junio fue tan trascendente para la historia de la Humanidad como el de 1914. En una pequeña ciudad de los Balcanes, un archiduque y un terrorista sellaron el destino de un apocalipsis que se llevaría por delante millones de vidas y que arrasaría a la incólume Vieja Europa.
Complicada situación de las distintas nacionalidades en el Imperio Austro-húngaro.

La Sarajevo de 1914 era una ciudad de provincias convertida por los avatares de la Historia en la capital de Bosnia, región que desde 1908 integraba el plurinacional Imperio Austro-húngaro. A pesar de los inevitables conflictos y tiranteces entre las distintas nacionalidades que habitaban la región (serbios, croatas y bosnios), Bosnia pareció florecer desde su integración al Imperio y sus habitantes probablemente preferían la activa tolerancia austríaca al oscuro letargo otomano. Pronto las grandes empresas vienesas abrieron sucursales en Sarajevo y los jóvenes se afanaron en aprender alemán, clave para el éxito en la Europa Central, en pleno auge económico.

Pero tras la aparente paz, en los Balcanes se fraguaban conflictos y odios que se alargarían, como bien sabemos, hasta las últimas décadas del siglo XX. Desde que el Imperio Otomano había ido abandonando la región de los Balcanes, el conflicto y la animadversión entre las distintas nacionalidades alcanzaba cotas de violencia nunca antes vistas. Desde la vecina Serbia se reclamaba Bosnia como parte de su "territorio nacional", cosa que ni los austríacos, ni los croatas o bosnios pensaban satisfacer. No obstante, en la corte del rey Petar de Serbia pululaban oscuras camarillas conectadas con grupos terroristas pro-serbios, especial relevancia había cobrado en los últimos años el coronel Dragutin Dimitrijević y su conexión con “La Mano Negra”.

“La Mano Negra” era un grupo terrorista pro-serbio que había sido responsable de diversas “razias” en la frontera austro-húngara así como ataques al ferrocarril y a otros intereses del Imperio. Su objetivo último era desestabilizar la región, o incluso el propio Imperio, para facilitar la creación de la “Gran Serbia”. El anuncio de la visita del archiduque Franz Ferdinand, heredero al trono, a finales de junio a Sarajevo supuso para el grupúsculo terrorista la oportunidad perfecta para acometer la “propagada por el hecho”.
El archiduque Franz Ferdinand von Habsburg-Este.

El Archiduque con su esposa Sophie y dos de sus tres hijos, Sophie y Maximilian.

Franz Ferdinand (del cual hablo con más calma en este post) era un personaje que se ha tachado de ultraconservador, pero era particularmente visionario en la cuestión de las nacionalidades en el Imperio. Siendo solo los austríacos y los húngaros las únicas nacionalidades reconocidas y con poder en el Imperio, el Archiduque defendía que también los eslavos (croatas, serbios, bosnios, eslovenos o rumanos) debían tener poder y reconocimiento en el Imperio. La Monarquía Dual debía transformarse en la Triple Monarquía. Dichas ideas desbarataban los “planes libertadores” de Serbia y para los grupos pro-serbios la eliminación del Archiduque era no solo positiva sino también fundamental.

Por otro lado, a Franz Ferdinand no le hacía mucha gracia viajar a aquella remota y turbulenta provincia del sur del Imperio conocida por la difícil convivencia entre etnias y su irregular fidelidad a la Casa de los Habsburgo. Pero en 1913, el Emperador le había nombrado Generalinspektor der gesamten Bewaffneten Macht (Inspector General de las Fuerzas Armadas), el cargo militar más importante por debajo del Emperador, y una de sus nuevas obligaciones era asistir a las maniobras militares, así que gustara o no, Franz Ferdinand tendría que ir a Bosnia.

El día 23 de junio, el Archiduque partió de Viena. Al parecer, su vagón sufrió un fallo eléctrico y tuvo que ser iluminado durante todo el trayecto (era de noche) con velas. El propio Franz Ferdinand remarcó el aire tétrico y fúnebre que tenía el vagón. Nadie intuyó entonces cuan premonitoria era esa afirmación. El día siguiente, el tren llegó a Trieste, el gran puerto del Imperio en el Mar Adriático. Meses antes, Franz Ferdinand se había entrevistado con el káiser Wilhelm II en el cercano castillo de Miramare, hasta la fecha no se sabe sobre qué conversaron. En Trieste, el Archiduque embarcó en el crucero de guerra SMS Viribus Unitis, rumbo al sur recorriendo la costa dalmática. Franz Ferdinand siempre había sido uno de los pocos archiduques partidarios de fortalecer la Kriegsmarine (Marina de Guerra), su extraña ruta para llegar a Bosnia era, pues, una oportunidad para inspeccionar el nuevo y flamante barco, pero también, se dice, una forma de evitar cruzar territorio de Hungría, región por la cual el Archiduque sentía una profunda inquina.

El barco recorrió la bella y poética costa de la Dalmacia y pasó de largo por los elegantes balnearios en los que veraneaba la aristocracia vienesa (Abbazia, Fiume o Portoroz). No había tiempo para visitas turísticas. En la desembocadura del río Neretza, Franz Ferdinand se trasladó al pequeño barco Dalmat para ir río arriba hasta Metkovic, ciudad fronteriza entre Croacia y Bosnia. Allí cogió el tren hasta el pueblo balneario de Ilidza (cerca de Sarajevo) donde llegó el jueves 25 de junio por la tarde. Su esposa Sophie, Duquesa de Hohenberg, que había insistido en acompañar a su marido, viajó en tren directamente desde Viena y llegó un día antes a Ilidza, allí la pareja se alojó en el elegante y tranquilo Hotel Bosna. Como Franz Ferdinand viajaba en calidad de Inspector General, el rígido protocolo de la Corte no se aplicaba y él podía aparecer en público junto con su amada esposa.

Desde la calma de Ilidza la pareja asistió a las maniobras militares que tuvieron lugar en los alrededores de Sarajevo los días 26 y 27. El archiduque Franz Ferdinand escribió con entusiasmo a su tío, el Emperador, cuan satisfecho había quedado al ver el ejército en tan perfecto estado. Cuatro divisiones de infantería, dos escuadrones de caballería y veinte baterías de artillería (en total casi 22.000 hombres) participaron en las maniobras. Solo se registró un accidente: fue arrestado un hombre que merodeaba cerca del séquito del Archiduque, más tarde fue identificado como el fotógrafo oficial de la Corte y fue liberado.

El 26 por la tarde, despues del primer día de maniobras, Franz Ferdinand y Sophie decidieron visitar de improvisto Saravejo, ella quería comprar una alfombra oriental. La visita se desarrolló sin incidentes y la pareja quedó satisfecha por al cercanía de la gente y la ausencia de amenazas. Esta pequeña tarde de compras y el éxito de las maniobras militares empujaron al Archiduque a seguir el programa previsto a pesar de las posibilidades de atentado. Su chambelán, el Barón Karl von Rumerskirch, sugirió cancelar la visita del día siguiente a Sarajevo y embarcar en el SMS Viribus Unitis rumbo a Trieste, la pareja podría celebrar en la ciudad su aniversario de bodas el 1 de julio. Sin embargo, el gobernador Potiorek insistió en la visita, sino los bosnios y los serbios moderados partidarios del Imperio se sentirían defraudados. Franz Ferdinand decidió seguir adelante.
  
Franz Ferdinand y Sophie en uno de los eventos anteriores al 28 de junio.

Aquella soleada mañana del domingo 28 de junio, el séquito del Archiduque recorrió las calles de Sarajevo rumbo al Ayuntamiento (alojado, por cierto, en la tristemente famosa Vijecnica). Desde su salida de la estación, los seis coches descapotables que formaban el convoy fueron vitoreados por los ciudadanos y las calles se engalanaron con banderas austríacas (negras y amarillas) y bosnias (rojas y amarillas). Inexplicablemente, la seguridad había sido dejada en manos de la policía municipal, formada por no más de 120 hombres, y todos los soldados que habían participado en las maniobras permanecieron confinados en sus casernas. Dichas medidas distaban diametralmente de las implementadas durante la visita del Emperador en 1910, cuando se decidió alinear a los soldados en las calles. Asimismo, la visita coincidía con el Día de San Vito, importante fiesta del nacionalismo serbio que conmemoraba la derrota a manos de los otomanos en 1389.

Mientras el convoy recorría la llamada Appel Quai, que discurría paralela al rio Miljacka, el tercer asesino que esperaba en la calle, Cabrinovic (los otros dos habían perdido la oportunidad), lanzó una bomba (modelo Orsini, como las que se lanzaron en el Liceu de Barcelona) al coche del Archiduque, que era el segundo del convoy. La bomba parece ser que revotó en la capota del vehículo y cayó al suelo, aunque otras fuentes afirman que fue el propio Archiduque quien la golpeó con el antebrazo. La bomba rodó por la calle y fue a estallar debajo del tercer vehículo, dejando a sus ocupantes malheridos. El estallido causó una confusión tremenda, el resto de los coches partieron a toda velocidad y la policía se internó entre la multitud para coger a Cabrinovic mientras los heridos (alrededor de 15) recibían los primeros auxilios. Cabrinovic ingirió una cápsula de cianuro y luego se lanzó al río, pero, ironías de la Historia, la cápsula no le mató, solo le hizo vomitar y el río Miljacka solo tenía unos centímetros de agua así que la policía prendió fácilmente al terrorista, que estuvo a punto de ser linchado por la gente.
Sarajevo alrededor de 1914, una pequeña ciudad de los Balcanes en plena trasnformación urbanística. Por la izquierda discurre la Appel Quai, que comunicaba el Ayuntamiento con la Estación.

Los otros tres asesinos que esperaban en Appel Quai también perdieron su oportunidad al pasar el coche del Archiduque a toda velocidad. Franz Ferdinand y su esposa Sophie, así como el resto del séquito llegaron al Ayuntamiento al borde del ataque de nervios. Cuando el alcalde Curcic, que no sabía lo ocurrido, iba a empezar su discurso de bienvenida el Archiduque le interrumpió con la famosa frase “¡¡Me tendrían que recibir con flores y me reciben con bombas!!”. No obstante unas palabras de Sophie al oído de Franz Ferdinand bastaron para que éste recuperara la serenidad, luego le dieron su discurso y lo leyó intentando ignorar que el papel estaba salpicado de sangre. El resto de la recepción en el Ayuntamiento se desarrolló según el programa previsto.

Al finalizar la recepción se decidió cambiar el programa del día, antes de la visita al Museo, el Archiduque deseaba visitar a los heridos del atentado en el hospital. No obstante, como parte del séquito estaba precisamente en el hospital, las nuevas órdenes no fueron comprendidas o no llegaron a los chóferes. Mientras tanto, el resto de los terroristas se habían dispersado por Appel Quai y las calles adyacentes a la espera de una segunda oportunidad, Gavrilo Princip se situó en la esquina de Appel Quai con Franz-Joseph-Strasse.
Franz Ferdinand y Sophie abandonan el Ayuntamiento rumbo a su cita con la Historia. Es la última foto que se tiene del heredero al trono austríaco y su esposa.

De nuevo el convoy de coches recorrió el mismo camino en sentido inverso. En el primer coche viajaba el alcalde Curcic y en el segundo coche el gobernador Potiorek al lado del chófer y detrás Franz Ferdinand (izquierda) y Sophie (derecha); el Conde Harrach viajaba de pie en el estribo izquierdo para proteger al Archiduque.

Al llegar a la esquina con la Franz-Joseph-Strasse, el primer coche, el del Alcalde, giró a la derecha tomando dicha calle en vez de continuar recto por la Appel Quai, el chófer del coche del Archiduque hizo lo mismo. Cuando los ocupantes de los vehículos informaron del error a los conductores, los coches pararon y empezaron a dar marcha atrás mientras el resto de los vehículos esperaban en la Appel Quai. Fue un error de apenas unos metros, pero suficiente para cambiar la Historia.
Esquina de la Appel Quai con la Franz-Joseph-Strasse (izquierda), las fachadas prácticamente no han cambiado.

Conmemoración en 2014, con el acertado título: "La esquina que inició el siglo XX".

Desde la esquina donde esperaba, casi como si fuera una fatal casualidad, Princip observó como el coche del Archiduque paraba delante suyo y luego empezaba a retroceder. Princip sacó la pistola, avanzó unos pasos y disparó solo dos tiros. El primero seccionó la yugular del Archiduque cuya sangre salpicó la cara del Conde Harrach, la segunda bala penetró en el abdomen de Sophie, que se había abalanzado hacia delante para proteger a su marido. Princip no pudo realizar más disparos porque fue apresado inmediatamente. Ante la confusión general, los miembros del séquito se afanaron en auxiliar a la pareja imperial. Franz Ferdinand respiraba con mucha dificultad mientras la sangre de su cuello empapaba la casaca azul del su uniforme, en un par de ocasiones dijo “Sophie, Sophie, debes vivir por los niños.”, pero Sophie había muerto al instante y yacía encima de las rodillas de su marido. Franz Ferdinand no lo sabia, solo pudo decir “No es nada, no es nada...” hasta que su voz se apagó. El coche reculó y cruzó a toda velocidad el puente Lateiner hasta la residencia del Gobernador, situada al otro lado del río. Franz Ferdinand fue declarado muerto apenas 10 minutos después.
Uniforme ensangrentado del archiduque Franz Ferdinand, en una fotografía del expediente de la investigación que se abrió tras su muerte.

La llamada "Sarajevoraum" del Heeresgeschichtlichen Museum (Museo de Historia Militar) de Viena. A la derecha el coche en el que viajaban Franz Ferdinand y Sophie; a la izquierda el uniforme y la chaise-longue donde falleció él.


Un fatal encuentro y solo dos disparos que alteraron para siempre el devenir de la Humanidad.

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