sábado, 27 de junio de 2015

La boda del siglo: Marie-Antoinette se casa con el dauphin Louis-Auguste de Francia (segunda parte).


El martes 15 de mayo, toda la Corte de Francia con el Rey y los prometidos a la cabeza deja La Compiègne rumbo a Paris. Como en etapas anteriores la muchedumbre obstruye los caminos y las plazas de los puebles y los gritos de “Vive la Dauhine! Vive le Dauphin!” son constantes. Poco después del mediodía el cortejo llega a la pequeña población de Saint-Denis, situada al norte de Paris (hoy en día un suburbio de la capital francesa). El objetivo no es visitar la suntuosa necrópolis de los reyes de Francia en la Abadía de Saint-Denis, no habría sido una visita muy adecuada en vísperas de una boda, sino hacer una parada en el Convento de la Carmelitas. Allí se encuentra la princesa Louise, hija del Rey y por lo tanto otra tía política de Marie-Antoinette (junto con las Mesdames ya citadas). La joven princesa, había sorprendido a toda Francia cuando, a principios de año, había hecho saber a su padre que deseaba ingresar en un convento, pero no con el rango de abadesa (como era habitual en la caso de la princesas) sino como una monja más y además, en el convento de la Carmelitas, una orden especialmente conocida por su rigor y dureza. Al parecer, la joven, que tenía 33 años, estaba cansada (al contrario que sus hermanas) de los chismorreos versallescos y deseaba “rezar para expiar los pecados de mi padre”.
La Familia Real con retratos pintados más o menos hacia 1770. La Reina y los padres del Dauphin murieron años antes de la celebración de la boda.
Retratos © RMN-Photo.

Después de esta visita relámpago, el cortejo sigue, pero no entra en Paris, demasiado masificado, sino que lo rodea. La entrada oficial a la capital se hará más solemnemente otro día. Esta decisión no impide que los habitantes de la ciudad se concentren en los boulevards de circunvalación para saludar a la prometida y al resto de miembros de la Familia Real. Lo más impresionante, según los cronistas, es que el cortejo avance por los boulevards entre una doble hilera de los suntuosos carruajes de las “damas de Paris” (entiéndase damas distinguidas pero no aristócratas, sino de la burguesía).  Este despliegue de fastos anuncia ya las celebraciones que están por venir.

Al atardecer, la Familia Real llega al Château de La Muette, pequeño palacete a las puertas de la capital que el Rey aprecia por su carácter íntimo, pero que había cedido en 1764 al Dauphin para su uso y disfrute. Allí le presentan a Marie-Antoinette algunos miembros de la Familia Real que no estaban en La Compiègne, en concreto los otros nietos de Rey (y hermanos de su futuro marido), el Conde de Provence, el Conde de Artois y la princesa Clothilde (futura esposa de Carlo Emanuele IV de Savoia).
Mapa de Cassini representando Paris hacia 1750. El punto lila es Saint-Denis, el rojo La Muette y el verde Versailles.

El Château de La Muette pintado por Charles Leopold van Grevenbroeck hacia 1740. Era el segundo castillo que se erigía en ese mismo lugar. Mutilado durante la Revolución, fue reconstruido más tarde y derribado hacia 1920. La puerta al fondo la calle corresponde más o menos a la actual localización del Palais de Chaillot

Por la noche se celebra una cena de 40 cubiertos en la que la joven Dauphine se encuentra por primera vez con la Condesa Dubarry, amante del Rey. La anécdota dice que cuando Marie-Antoinette le pregunta a la Condesa de Noialles "¿quién es esa mujer?" ésta responde “está aquí para distraer al Rey” y la inocente Dauphine replica: “entonces voy a ser su rival”.
La Condesa Du Barry pintada en por François-Hubert Drouais. A pesar de su aspecto angelical, Jeanne Bécu fue una experta "prostituta de lujo" antes de convertirse en amante real.

Hacia la 1 de la noche, toda la Familia Real abandona La Muette rumbo a Versailles, a excepción de la Dauphine, que permanece en el castillo con su séquito. Antes de partir el Rey le hace entrega de una suntuosa parure de diamantes y de las joyas de la anterior Dauphine, Marie-Josèphe de Saxe (madre de su prometido).

VERSAILLES, CAPUT MUNDI

El soleado miércoles 16, Marie-Antoinette, vestida en una très-grand-negligé (algo así como un vestido de día, nada que ver con la negligé actual), parte del castillo de La Muette para llegar finalmente a Versailles sobre las diez. Una vez más los caminos están repletos de gente y de carruajes. El cortejo llega al palacio entre los redobles de tambores de las hileras de Gardes Françaises y Gardes Suisses.

La tradición de la Corte dicta que cuando una reina muere, su appartement debe ser inmediatamente habitado por la Dauphine, aunque ésta no sea aún reina. A su llegada a Versailles, Marie-Antoinette debía haberse alojado, por lo tanto en el suntuoso Appartement de la Reine que hoy en día miles de personas visitan atolondrada y apresuradamente. Pero la reina Marie Leszczynska ha muerto en 1768, su appartement lleva más de dos años cerrado y su puesta a punto aún no ha terminado. Marie-Antoinette será alojada hasta el año próximo (1771) en el actual Appartement du Dauphin en la planta baja, su futuro esposo ocupa desde hace pocos meses el appartement contiguo (actual Appartement de la Dauphine).
La Cour de Marbre de Versailles.
1- Cour Royale; 2- Cour de Marbre;
Appartement de Marie-Antoinette (actual Appartement du Dauphin)
3- Primera Antecámara; 4- Segunda Antecámara; 5- Salon des Nobles; 6- Cámara o dormitorio; 7- Grand Cabinet; 8- Cabinet y letrina; 9- Pequeño comedor;
Appartement del dauphin Louis-Auguste (actual Appartement de la Dauphine)
10- Sala de guardias; 11- Primera Antecámara; 12- Segunda Antecámara; 13- Cámara o dormitorio; 14- Gabinete; 15- Biblioteca; 16- Escalera al futuro appartement de Marie-Antoinette en el primer piso; 17- Letrina; 18- Sala de baños;
19- Appartement de la princesa Adélaïde; 20- Appartement de la princesa Victoire; 21- Appartement de la princesa Sophie.  

Una vez en su nuevo appartement, Marie-Antoinette debe prepararse para la boda, empieza el ritual de la toilette, en el que la nueva dauphine es ceremoniosamente vestida. La toilette empieza bajo los órdenes de la Condesa de Noailles y se alarga varia horas. Mientras se desarrolla, Marie-Antoinette recibe varias visitas. El Rey (es privilegio de la Familia Real asistir a la toilette aunque la dauphine no esté completamente vestida ni peinada) llega y le presenta a un miembro de la familia que aún no conoce, la hermana menor de su esposo, la princesa Élisabeth. No imagina Marie-Antoinette que esa niña de apenas 6 años será uno de sus acompañantes más fieles durante las amargas horas de la Revolución. Más tarde son presentados el Conde de Clermont y la Princesa de Conti (princes de sang ausentes en la presentación de La Compiègne).

Mientras tanto el primer piso del palacio se empieza a llenar de gente. Por toda la Galerie des Glaces y el Grand Appartement se han instalado gradas para permitir al público observar el cortejo nupcial. Unas balaustradas separan, eso sí, a los espectadores de los protagonistas. En principio solo las damas con grand habit (gran traje de ceremonia), los caballeros de la Orden del Saint-Esprit y los asistentes con invitación (más de 5000!!) pueden entrar. Pero conforme avanza la mañana se da orden de relajar las normas y las damas bien vestidas “y acompañadas de un lacayo o de un hombre que les dé el brazo” también entran. Las mejor vestidas ocupan las gradas de la Galerie.

Mientras todo el mundo ocupa su lugar, el novio y la novia terminan de vestirse. Ella lleva un grand habit de seda plateada y brocado blanco bordado con hilo de plata (el dorado está exclusivamente reservado al Rey y a la Reina). El grand habit siempre se compone de tres partes: el grand corps (el torso y las mangas de encaje), el panier (en España el guardainfantes) y el bas de robe (la cola de tres a cinco metros).
No se ha conservado ningún atuendo regio anterior a la Revolución, sin embargo el vestido de Marie-Antoinette debió ser muy próximo al usado por la reina Sofie Magdalene de Suecia el día de su coronación en 1772.
© Livrustkammaren, Stockholm.

La cola debió medir entre 3 y 5 metros, en la Corte había un complejo reglamento (que por el momento ignoro) sobre la longitud de las colas.
© Livrustkammaren, Stockholm.

Él lleva el clásico grand habit masculino, también plateado y formado por un justaucorps (casaca) una veste (un chaleco abotonado y largo hasta media pierna) y unos culotte (calzones hasta la rodilla). Por los puños y el cuello sobresalen los bordados de la camisa de seda blanca. Encima de toda la vestimenta, el Dauphin lleva el cordon (banda) azul celeste de la Orden del Saint Esprit.
También el traje de Dauphin debió ser muy parecido al de la coronación del rey Gustav III de Suecia en 1772, pero sin los dorados (exclusivos del Rey) y con las puños más estrechos según la moda de finales de 1760s.
© Livrustkammaren, Stockholm.

CAMINO AL ALTAR

Cuando las respectivas toilettes han terminado, toda la Familia Real se reúne en el appartement del Rey en el primer piso. A la una en punto, el cortejo nupcial sale del Grand Cabinet du Roi rumbo a la capilla. Abre la marcha el Marqués de Dreux Brézé, Gran Maestro de Ceremonias, acompañado de su aide. Luego los prometidos, dándose la mano, inmediatamente detrás de la Dauphine, un paje sosteniendo la cola del vestido, después la Condesa de Noailles. A continuación los princes de sang acompañados de sus gentilhombres y el Conde de Provence y el Conde de Artois (hermanos del Dauphin). Les siguen el Rey, que marcha solo y que da paso a las damas: la princesa Clothilde (hermana del Dauphin), Mesdames (las hijas solteras del Rey), las princesses de sang y unas 70 damas de la Corte en grand habit. Cierran la marcha los principales cargos de la Casa del Rey.

El cortejo nupcial recorre la Galerie des Glaces y las ocho estancias que componen el Grand Appartement, todas repletas de elegantes damas y caballeros de Paris dispuestos en gradas. Hace años que no se ve tal suntuosidad en trajes y joyas. El cortejo desciende y entre el repicar de los tambores de la Garde Suisse, entra en la planta baja de la Chapelle Royale donde tienen lugar todas las misas extraordinarias.
Primer piso o piano nobile de Versailles hacia 1770 con los espacios citados en este artículo. El punto azul es el Grand Cabinet du Roi.

La Chapelle Royale de Versailles, la última aportación de Louis XIV a su amado palacio.

Gravado que representa la boda del anterior Dauphin en 1745, la boda de 1770 debió ser prácticamente idéntica a excepción de algunos cambios en la vestimenta de los participantes.
© RMN-Grand Palais (Château de Versailles) - Gérard Blot.

Los prometidos se sitúan en dos reclinatorios, justo delante de los escalones del altar. Bastante por detrás suyo se sitúa el Rey en su reclinatorio y encima de su tapis de pied (alfombra sobre la que solo podían estar los miembros de la Familia Real), detrás suyo los hermanos y hermana del Dauphin y Mesdames. Alrededor del tapis los princes y princesses de sang. Todos ellos con reclinatorio.

El resto de los miembros de la Corte permanecen de pie, sin excepción, y situados en altísimas gradas que se han erigido en ambos pisos de la capilla.
Louis XIV representado en su tapis de pied, pintado en 1695 en la antigua capilla de palacio. Detrás suyo aparece, de rojo, el Grand Dauphin, padre de Felipe V de España.

La película Marie-Antoinette (2006) de Sofia Coppola representa la boda en el sitio exacto donde se celebró, pero con mucha menos gente y el Rey erróneamente situado al lado del altar.

El arzobispo de Reims, Grand Aumônier (Gran Capellán) de la Corte, oficia la ceremonia. Pasaremos de largo los detalles litúrgicos de la misa que se termina con la firma de las actas de boda. Un modesto cura del parroquia de Notre-Dame de Versailles (a la que pertenece el palacio) trae el voluminoso registro de bodas y lo entrega el Rey, que es el primero en firmarlo encima de su reclinatorio. Acto seguido firman según el orden protocolario los recién casados Dauphin y Dauphine, el resto de la Familia Real, los princes y princesses de sang,  el Grand Aumônier y el cura de la parroquia.
Registro de boda. El manchurrón que dejó Marie-Antoinette al firmar fue visto por algunas personas como un mal augurio.

Hacia las dos en punto todo ha terminado, el cortejo se vuelve a formar y hace el recorrido a la inversa y una vez más con las estancias repletas de damas y caballeros venidos de Paris. Solo una pequeña diferencia en la disposición del cortejo, como la Dauphine ya está casada, ahora ya tiene rango en la Corte de Francia, por eso su posición en el cortejo es inmediatamente después del Rey, pero sola, el Dauphin va inmediatamente antes de monarca. Sería impensable, en la actualidad, que una pareja de novios entraran juntos a la capilla y salieran por separado.

Inmediatamente después de que las puertas del Salon de la Paix se cierren bajo el último miembro del cortejo, los ujieres y los guardias de palacio empiezan a sacar el público de las estancias, no es una tarea fácil, a los más de 5000 invitados hay que añadir a la gente que ha entrado durante la misa. Tan pronto como es posible los obreros desmontan las gradas y empiezan a preparar el Grand Appartement para la soirée de la tarde.

LE JEU DU ROI

Una vez terminada la ceremonia religiosa, la mayoría de los invitados pueden descansar hasta media tarde, la Dauphine no.

Marie-Antoinette vuelve a su appartement de la planta baja e inmediatamente empieza el acto de juramento de los nuevos miembros de la Casa de la Dauphine (entiéndase todas las personas dedicadas a su servicio, cada miembro de la Familia Real tiene una casa independiente). En presencia del Conde de Saint-Florentin (Ministro de la Casa del Rey) y entre las manos de la recién casada juran los altos cargos de la casa, a saber: la dama de honor (la líder de la Casa de la Dauphine, la archicitada Condesa de Noailles), la dame d’autours (en España la camarista que asiste el tocador), seis damas de palacio, tres damas supernumerarias, el caballero de honor, el primer mayordomo, el primer capellán, el superintendente de finanzas, los intendentes, los tesoreros, los gentilhombres sirvientes, el secretario, el primer caballerizo y los interventores generales.

Los miembros de rango menor han prestado juramento con anterioridad a la Condesa de Noailles.

Acto seguido se le presentan a la Dauphine los embajadores de las cortes extrajeras, entre ellos el Conde de Mercy-Argenteau, embajador de la Corte de Viena, y por lo tanto conexión directa entre Marie-Antoinette y su madre la emperatriz Marie-Theresia.

Antes de empezar los juramentes y presentaciones la Dauphine ha recibido la corbeille de mariage, una caja de terciopelo rojo bordado en oro en la que la recién casada recibe sus regalos de boda, en este caso del Rey. La caja contiene una parure de esmalte azul con una cadena de diamantes, un estuche, un portamonedas y un soberbio abanico cuajado de pequeños diamantes. La caja contiene además souvenirs, relojes de bolsillo y estuches tallados que ella distribuye encantada entre las personas presentes (hay etiquetas para saber a quién debe dar cada cosa).

Pasadas las cuatro, la Familia Real almuerza en petit couvert (en privado), luego todos vuelven a sus respectivos appartements para cambiarse.

A las seis en punto de la tarde empieza el jeu du Roi, aunque la Familia Real no aparece hasta pasadas las seis y media. En el Grand Appartment las gradas de la mañana han desaparecido, para dejar espacio a las 6000 personas que han recibido una invitación. Pero el principal atractivo de la celebración está en la Galerie des Glaces. Centenares de lámparas, muchas de ellas alquiladas para la ocasión, cuelgan del techo, las cuerdas han sido primorosamente escondidas bajo voluminosas guirnaldas de flores. La iluminación se completa con 24 girandoles y 24 torchères doradas. Aunque en las primeras horas apenas es necesaria, pues los últimos rayos del Sol que desaparecen bajo el horizonte del jardín tiñen la Galerie de una luz anaranjada.

En el centro de la Galerie se dispone la table du Roi, una inmensa mesa circular con una cobertura de terciopelo verde con flecos dorados en la que el Rey y la Familia Real juegan al lansquenet. A su alrededor tres y hasta cuatro hileras de damas de la Corte observan la partida. Un poco más lejos de la table du Roi, en pequeñas mesas, los princes y princesses de sang, las damas y los caballeros de la Corte juegan a la cavagnole. Una balaustrada separa la parte central de la Galerie destinada a la Corte de las partes laterales destinadas al público y a las “damas de Paris”. Finalmente como ha ocurrido por la mañana, se han relajado las normas de admisión y puede entrar cualquiera que vaya decentemente vestido. El público entra por el Grand Appartement, discurre en fila india por los laterales de la Galerie y sale por el Appartement de la Reine. Al parecer todo el mundo es respetuoso y el constante movimiento de la hilera no se interrumpe. Los invitados más privilegiados pueden permanecer sentados en unas gradas dispuestas en el espacio de las ventanas de la Galerie.
Representación del Jeu du Roi en la segunda boda del anterior Dauphin en 1747 por Charles-Nicolas Cochin le Jeune.
© RMN-Grand Palais (Château de Versailles). 

La table du Roi y las damas de la Corte a su alrededor.


El jeu du Roi, se desarrolla sin ningún incidente, a excepción de una terrible tempestad que obliga a suspender los fuegos de artificio que se tenían que lanzar en los jardines. Al pueblo se le había permitido de forma excepcional acceder a los jardines de Versailles, pero después de horas esperando, la tormenta les obliga a cobijarse en los vestíbulos de palacio, donde se mezclan de forma desordenada con los elegantes burgueses venidos de Paris para ver el jeu du Roi.

EL FESTÍN Y LA BENDICIÓN NUPCIAL

A las diez el Rey se levanta de su mesa, el jeu du Roi ha terminado. El banquete nupcial empieza en la otra punta del palacio en la nueva Salle de l’Opéra.

Desde tiempos de Louis XIV, se había proyectado construir una sala de ópera y teatro en el palacio. Durante décadas la decisión se fue aplazando por falta de fondos, y a finales del reinado del Rey Sol, éste decidió construir una nueva capilla y dejar la construcción de la sala de espectáculos para sus sucesores. Durante más de cincuenta años, el extremo norte del ala norte de Versailles estuvo ocupado por un inmenso solar vacío. Las imponentes fachadas terminaban bruscamente a la espera de la nueva ópera.

Pero nada se construyó. A Louis XV parecía no interesarle y durante gran parte de su reinado pequeñas salas de teatro desmontables se habían erigido temporalmente en distintas partes del palacio. No sería justo, sin embargo, no decir que el creciente endeudamiento de la monarquía fue una causa importante en los constantes retrasos. En 1748, el arquitecto de cabecera del Rey, Ange-Jacques Gabriel, decidió empezar la construcción de la nueva ópera. Las obras de cimentación se realizaron con mucha lentitud y todo fue parado en 1756 a causa de la Guerra de los Siete Años. Se reemprendió en 1763 para suspenderse otra vez dos años después. En 1768, en vista de la boda del Dauphin, Louis XV decidió finalmente dar el sprint final. Hasta el día anterior a la boda se estuvieron haciendo los últimos retoques a la construcción. Pero el resultado fue digno de Versailles.
La Salle de l'Opéra de Versailles.

El arquitecto Gabriel concibió una Salle de l'Opéra que puede considerarse (como toda su carrera) un puente entre la arquitectura tardo-barroca y el emergente neoclasicismo. La sala, realizada enteramente en madera que imita el mármol, presenta una forma ovalada y fue rápidamente reconocida por la crítica como la segunda sala más grande y con mejor acústica de Europa (después del San Carlo de Nápoles). La decoración, a base de jarrones “à l’ancienne”, medallones y guirnaldas anuncia ya las formas del style Louis XVI. Pero el elemento más potente es sin dura la diáfana columnata semicircular que substituye a los palcos en la parte superior, un claro guiño al famoso Teatro Olimpico de Palladio.

Así pues, con el festín de bodas, se inaugura la que se considera última gran construcción en el Versailles de los Borbones.

En medio de la sala, en la platea, se dispone una inmensa mesa rectangular (de 8.50 x 4.20) de 22 cubiertos para la Familia Real y los princes y princesses de sang. En Rey se sienta en un extremo, frente al escenario, a su derecha el Dauphin y a su izquierda la Dauphine, a continuación, en los lados largos el resto de asistentes. Siguiendo el protocolo, el Rey se sienta en un sillón, el resto de los comensales en un taburete. El centro de la mesa lo ocupa un inmenso surtout de porcelana de Sèvres que imita una columnata dórica y que se completa por una escultura ecuestre del Rey, dos fuentes, y varios putti y alegorías de la abundancia.

Una balaustrada de mármol separa la mesa y los gentilhommes servants (vamos, los camareros), de los miembros de la Corte que ocupan la platea (de pie, claro). El resto de miembros de la Corte se distribuyen en los varios pisos de palcos de tiene la sala.
Representación del Festin Real de 1770, se puede apreciar perfectamente la mesa real, el surtout y la Corte repartida en los palcos.

Surtout para la boda de Louis-Auguste y Marie-Antoinette. Solo se conserva la columnata central, aunque reformada a finales del siglo XIX.
© RMN-GP (Château de Versailles) - Gérard Blot.

En el escenario, un decorado que imita el estilo de la sala permite que haya más palcos para la Corte y, en medio, los 180 miembros de la banda de música de los Gardes Françaises vestidos “à la turque” tocan ininterrumpidamente durante las dos horas y media que dura el festín.

El menú del festín no se ha conservado, pero se sabe que se sirvió “à la française (es decir con todos los platos en la mesa, y los comensales sirviéndose aquello que quieren comer) y que contó con varios servicios, el primero se hizo en la vajilla de oro, los otros en la vajilla de vermeil.

La Duquesa de Northumberland, presente en el festín, dice en sus memorias que el Dauphin “comió muy poco, se le veía pensativo y miraba fijamente su plato mientras movía el cuchillo con los dedos”. Otra versión, quizás más apócrifa, dice que el Rey le dijo al Dauphin “Mejor que no comáis demasiado para esta noche” y éste respondió “¿Por qué? Siempre duermo mejor cuando he cenado bien.”. El Rey evitó entonces explicarle a su nieto en qué consistía la noche de bodas, estaban sentados a más de metro y medio de distancia.

Pasada medianoche, se da por terminado el festín real y los recién casados se dirigen a sus respectivos appartements a la espera de la bendición del lecho nupcial.

Cada uno se desviste en sus respectivos aposentos, pero siguiendo el ritual del “coucher (la ceremonia nocturna en la que los monarcas y grandes señores son desvestidos en público).

En el caso del Dauphin, el Rey, en presencia de las grandes entrées (las personas con derecho a asistir al coucher), le hace entrega de la camisa de dormir. Ceremonia análoga ocurre en el appartement de Marie-Antoinette, en su caso la camisa de dormir se la entrega la Duquesa de Chartres (princesse de sang y mujer casada de más rango en la Corte).

A continuación llegan el Rey, el Dauphin y quienes han asistido a su coucher. Según la tradición, a pesar de que en esa época los esposos de la realeza y aristocracia duermen en estancias separadas, la cámara nupcial o conyugal siempre es la de la esposa.
El dormitorio que usó Marie-Antoinette durante sus primeros meses de casada y donde se realizó la bendición nupcial (actual Chambre du Dauphin). Ninguno de los muebles actualmente en exposición es original.

Se descorren las cortinas de la cama, el Rey da unos consejos de última hora al Dauphin. Luego los esposos entran en la cama y ante la presencia del Rey, la Familia Real, los princes y princesses de sang y las grandes entrées (podemos imaginar tranquilamente unas 40 personas), el arzobispo de Reims (el mismo que los ha casado por la mañana) bendice la cama. A continuación todo el mundo hace una reverencia a los esposos y abandona paulatinamente la estancia, finalmente se corren las cortinas de la cama.

Pero esa noche no ocurrirá nada, ni esa ni ninguna de las noches de los próximos siete años.

El Dauphin escribe en su diario “Mi boda, soirée en la galerie, festín real en la sala de la ópera”.


domingo, 12 de abril de 2015

La boda del siglo: Marie-Antoinette se casa con el dauphin Louis-Auguste de Francia (primera parte).

Vale, puede que no fuera la boda del siglo (aunque no se me ocurre cual puede serlo), pero en todo caso fue la última gran boda celebrada en la Francia pre-revolucionaria. Su importancia fue doble, en primer lugar por la suntuosidad del evento, una pompa que no se veía desde la boda del anterior Dauphin o Delfín (titulo del heredero al trono francés) hacía más de 25 años antes, y por otro lado por las importantes consecuencias políticas que tuvo.

Fueron la Marquesa de Pompadour y el Duque de Choiseul, ministro de Asuntos Exteriores, los que convencieron a Louis XV (1715-1774) para iniciar un acercamiento al enemigo tradicional de Francia, la Monarquía Habsbúrgica (o Austria, aunque aún no existía como estado). Este “renversement” de las alianzas, que no sentó muy bien ni a Prusia ni a Reino Unido, debía sellarse, entre otras cosas, con un conjunto de bodas que estrecharían los lazos entre la Casa de Habsburgo y la Casa de Borbón.
Madame de Pompadour retratada por Drouais en 1763.
La Alianza Austro-francesa de 1756 puede considerarse la obra política de su vida, sus resultados fueron, sin embargo, mediocres.

Enumerémoslas brevemente.

La primera boda fue entre el archiduque Joseph, heredero de la Casa de Habsburgo (y futuro emperador Joseph II), y la princesa parmesana Isabella de Borbón, en 1760. La segunda, en 1765, entre el archiduque Leopold, Gran Duque de la Toscana, con la infanta María Luisa de España. La tercera (1768) entre la archiduquesa Maria Carolina con Ferdinando IV de Borbón, Rey de Nápoles. La cuarta entre la archiduquesa Maria Amalia con Ferdinando I de Borbón, Duque de Parma en 1769.

Y la última y quizás la más importante, fue la boda que nos ocupa. Diez años después de la primera boda se casaron la archiduquesa Maria Antonia de Habsburgo y el heredero al trono francés el dauphin Louis-Auguste de Borbón.
La emperatriz Maria Theresia (1767) de Jean-Étienne Liotard.

La archiduquesa Maria Antonia Josépha Johanna, de apenas catorce años, era el decimoquinto hijo de Maria Theresia de Austria (Emperatriz del Sacro Imperio, Reina de Bohemia, Reina de Hungría, Archiduquesa de Austria….) y la quinta hija en contraer matrimonio. Sus tutores la describieron como una niña jovial, traviesa, bienintencionada y generosa, pero con tendencia a distraerse en los estudios y poco amante de la lectura y del esfuerzo.
La archiduquesa Maria Antonia pintada en 1768 por Franz Xaver Wagenschön (izquierda). Meses más tarde se encargó a Joseph Ducreux otro retrato más "a la francesa" para enviar a la corte de Versailles (derecha). Los lazos sustituyeron a las puntas, la seda al terciopelo y los colores pastel a los saturados. Ducreux agrandó además los ojos de la archiduquesa, redujo su frente y la peinó "á la Pompadour".

Dejando de lado todas las largas negociaciones diplomáticas que hubo de por medio (en un primer momento se quería casar a la archiduquesa Maria Antonia con el rey Louis XV, que era 45 años mayor), debemos empezar con las celebraciones en Viena.

VIENA, LOS PREVIOS.

El día 15 de abril de 1770 (Domingo de Pascua), llega triunfalmente a Viena, el Marqués de Durfort, Embajador Extraordinario del Rey de Francia, para pedir la mano de la archiduquesa. El Marqués llevaba en el puesto de embajador desde hacía unos años, pero había partido de Viena unos días antes para ir a recibir simbólicamente el cargo de “Embajador Extraordinario”, en realidad lo que había ido a hacer era a adquirir 48 carruajes que debían llevar a la archiduquesa y al séquito hasta Francia. Como el embajador los había tenido que adquirir con su propio dinero, la mayoría de los coches fueron vendidos después de la efeméride. Solo dos carrozas, las más suntuosas, fueron pagadas por el Rey de Francia, serían las que llevarían a la archiduquesa y estaban pintadas de dorado y su interior tapizado con terciopelo carmesí.

Al día siguiente, en el Hofburg, el Embajador es recibido en solemne audiencia por la emperatriz Maria Theresia y el emperador Joseph II (su hijo y por lo tanto hermano mayor de la novia) y le entrega a la archiduquesa una carta y dos retratos en miniatura, uno de ellos con un marco de diamantes, de su prometido el Dauphin.
La Gran Antecámara de Hofburg pintada por Van Meytens hacia 1750, probablemente en este lugar se recibió al embajador francés.

El día 17 se produce el “Acto de Renuncia”, la archiduquesa Maria Antonia renuncia sobre la Biblia a sus derechos de sucesión en cualquiera de la posesiones de la Casa de Habsburgo. Por la noche el Emperador da una espectacular recepción en el Oberes Belvedere, que por fin sale del letargo en el que se había sumido tras la muerte de príncipe Eugen von Savoyen en 1736. La recepción cuenta con más de 1500 invitados, cosa que obliga a construir una inmensa carpa en el jardín para celebrar los bailes. Centenares de oficiales de la Corte vigilan que no entre nadie sin invitación pues la parte baja de los jardines ha sido abierta al público común, no sería adecuado que ambos grupos se mezclaran. Además, 800 bomberos se encargan de la seguridad del recinto, no en vano se han encendido más de 4000 velas, sin contar los fuegos artificiales que se lanzan. No se registra ningún incidente. La cena se sirve a partir de las 8 en turnos de cien personas, las bebidas (café, té, chocolate, limonada y licores) lo hacen de forma ininterrumpida. A pesar de los rumores, el emperador Joseph II (que está de luto por la muerte de su hija de siete años), asiste al baile, la mayoría de los miembros de la Familia Imperial se retiran hacia las tres de la madrugada, pero el baile se alarga hasta las siete de la mañana.
La Marmorsaal del Oberes Belvedere.
© Belvedere Wien / Margherita Spiluttini.

La siguiente noche es el turno del baile organizado por el Marqués de Durfort, como la embajada es demasiado pequeña, el Príncipe de Liechtenstein cede su gartenpalais a las afueras de la ciudad. Esta vez son 850 invitados, pero atendidos por 800 sirvientes, a ello hay que añadir los sempiternos fuegos artificiales, las medallas conmemorativas repartidas por el jardín y la omnipresencia de esculturas doradas de delfines (alusión al futuro rango de la archiduquesa). Suponemos que esta celebración no se alargó tanto, porque al día siguiente, el jueves 18, se realiza la boda por poderes.
La fachada del gartenpalais del Príncipe de Liechtenstein, una de la primeras fachadas barrocas de Viena (1690s).

A las 6 de la tarde empieza la boda por poderes (o per procurationem) en la Augustinerkirche (donde también se había casado la emperatriz Maria Theresia) anexa al Hofburg. La boda es por poderes (algo muy habitual en la bodas regias, así la prometida ya viajaba con su nuevo rango y se ahorraban sorpresas desagradables de última hora) por lo que el novio es representado por un testigo, en este caso por el archiduque Ferdinand, hermano menor de novia (si, hoy en día suena un poco raro). La archiduquesa Maria Antonia Josépha Johanna von Habsburg-Lothringen es casada por el Nuncio Apostólico, Monseñor Visconti. A las 9 en punto comienza el banquete de bodas, y una vez más el joven archiduque Ferdinand, que solo tiene 13 años, representa al novio en la mesa de los recién casados.
La Augustinerkirche pintada en 1760 por Martin van Meytens representando la boda del archiduque Joseph con la princesa Isabella de Parma.

La última celebración en Viena tiene lugar en la tarde/noche del día 20, la archiduquesa Maria Antonia recibe a los embajadores extranjeros en Viena, todos ya se dirigen a ella como “Madame la Dauphine”.

Antes de partir, la nueva dauphine escribe una carta, seguramente dictada por su madre, a su nuevo suegro, el rey Louis XV. En la carta, que empieza con el protocolario “Hermano y muy querido abuelo mío”, Maria Antonia le comunica el gran afecto que siente por él, y le promete que se dedicará toda su vida a hacerle feliz y merecer su confianza, y añade que su edad y su inexperiencia quizás requieran de su indulgencia en alguna ocasión.

La partida se produce el día 21 (sábado) a las nueve de la mañana, a pesar de la voluntad de evitar escenas como la despedida, en 1768, de la archiduquesa Maria Carolina, que bajó en el último momento del carruaje para abrazar a su madre, se vierten lágrimas y hay efusivos abrazos. Cuando el carruaje se pone en marcha, Maria Antonia no puede evitar sacar la cabeza por la ventanilla en múltiples ocasiones, para ver, una vez más, la última imagen de su hogar, mientras el cortejo de 57 carruajes se aleja por la carretera de Schönbrunn. Madre e hija no se volverán a ver nunca más.

EL VIAJE Y LA REMISE.

Una vez dejado atrás el palacio de Schönbrunn y los suburbios de Viena, el cortejo llega a la famosa Abadía de Melk por la tarde del mismo día 21. Se ha decidido que el viaje se realizará por etapas de 8 horas más o menos, para evitar fatigar a la archiduquesa y al resto del séquito. Según cuentan las crónicas llueve la mayoría de los días. El día 22, el cortejo llega a Enns, luego Lambach y Altheim. El día 24 cruza el rio Inn, abandona Austria y se adentra en Baviera, llega a Alt Ettingen. Los días 26 y 27 la archiduquesa está en Múnich, se aloja en el castillo de Nymphenburg, en las afueras de la ciudad y el Elector de Baviera la agasaja con banquetes, ópera y fuegos artificiales. El 28 llega a Augusburg, luego a la Abadía de Günsburg, donde se encuentra retirada su tía Charlotte de Lorena (hermana de su difunto padre Franz I, Emperador del Sacro Imperio y Duque de Lorena). Maria Antonia no ha visto jamás a su tía Charlotte, el parecer la estancia resulta muy agradable y el cortejo no vuelve a partir hasta el día 2, oficialmente porque la archiduquesa está resfriada, cosa que no sería de extrañar ya que ha caído una lluvia torrencial casi todos los días desde que partió de Viena. El día 2 de mayo, por la tarde, llega a Riedlingen, luego continua hasta Stockach, Donaueschingen, Frieburg y finalmente el día 6 llega a la Abadía de Schütter, cerca de Kehl, es la última parada antes de cruzar la frontera con Francia.

Como el protocolo ponía serias dificultades sobre donde debía producirse la remise (entrega) de la joven prometida, al final se opta por una solución salomónica, se realizará en un territorio neutral, la Île des Épis, una pequeña islita en el Rin (algunos la describen como un mero banco de arena) situada entre la frontera del Sacro Imperio y la de Francia.

Esta solución no debe de extrañarnos, recordemos que el Tratado de los Pirineos (1659) se rubricó en la famosa Isla de los Faisanes, entre la frontera española y la francesa. O que unos años antes en la misma isla se construyó un puente para “intercambiar” a dos princesas: la infanta Ana, que iba a casarse con Louis XIII y la princesa Élisabeth, que debía casarse con el que sería el futuro Felipe IV. La historia no ha registrado si ambas princesas pudieron intercambiar algunas palabras (¡Suerte!) en medio de ese solitario puente.

Volviendo al tema, para la remise se ha construido en la Île des Épis un pabellón (ejemplo tan típico de la arquitectura efímera de otras épocas) para realizar la ceremonia. Tiene cinco estancias, la central, donde se realizará el acto y dos antecámaras a cada lado, dos para Austria y dos para Francia. El pabellón ha sido decorado a toda prisa con préstamos de la burguesía local, de la Iglesia o de distintas instituciones públicas. Un jovencísimo Goethe tiene la ocasión de visitar el pabellón unos días antes de la ceremonia y descubre con horror que para decorarlo se han colgado unos tapices sobre la historia de Jasón y Medea, con seguridad uno de los matrimonios más desdichados de la Mitología Clásica.
Versión reducida del Pavillon de la remise en la película Marie-Antoinette (2006) de Sofia Coppola. El sentido simbólico y práctico de la construcción queda sin embargo perfectamente representado.

Elevación y planta del pabellón.

La mañana del lunes 7 la archiduquesa y su séquito entran en el pabellón por la puerta este, en la segunda antecámara la joven novia debe desvestirse completamente, el protocolo exige que no guarde nada de su pasado austríaco, ante todo el séquito se desviste a la joven y luego la vuelven a vestir con una vestimenta exclusivamente francesa: camisa de seda, medias de Lyon, zapatos hechos por el zapatero del Rey... Curiosamente, el suntuoso trousseau (ajuar) que trae Maria Antonia no vuelve a Viena, será repartido entre sus nuevas damas de honor francesas.

A continuación todo el mundo pasa a la sala central, llamada salle de la remise (sala de la entrega). En el centro de la sala una mesa simboliza la frontera, en la misma línea imaginaria de la frontera, pero pegado a la pared sur se yergue un pequeño trono con su dosel. El Príncipe de Starhemberg, jefe del séquito austríaco, acompaña a la archiduquesa Maria Antonia hasta el trono y ella espera allí sentada a que se lean y se firmen las actas. Una vez los enviados extraordinarios del Rey han estampado su rúbrica se abre la puerta del lado de Francia y aparece su nuevo séquito francés, al mismo tiempo, ante los ojos enrojecidos de la muchacha el séquito austríaco se retira. El Príncipe de Starhemberg, Embajador Extraordinario del Emperador, es el único que puede permanecer, acompañará a la novia hasta Versailles. El Príncipe da la mano a la archiduquesa que desciende del estrado y se dirige hacia su nuevo séquito francés. El Conde de Noailles, jefe del séquito francés, coge la mano de la joven y empiezan las presentaciones, pero cuando se le presenta a la Condesa de Noailles, nueva dama de honor de la prometida, ésta rompe en sollozos y se arroja a los brazos de la altiva señora. Pero no hay tiempo para sentimentalismos, el protocolo no lo contempla, de lejos ya se oyen las campanas de la catedral de Estrasburgo y las salvas de artillería.

En ese pequeño pabellón, la joven archiduquesa se ha metamorfoseado, ha dejado de ser austríaca para convertirse en francesa, y, más importante aún, para la historia ha dejado de ser Maria Antonia, para convertirse en Marie-Antoniette.

LA LLEGADA A FRANCIA Y EL ENCUENTRO CON EL DAUPHIN

La entrada de la joven Marie Antoinette a Estrasburgo, es apoteósica, es la primera ciudad francesa que pisa la prometida y el recibimiento no puede ser más espectacular. Desde hacía décadas que los estrasburgueses no veían pasar por su ciudad ningún miembro de la realeza y menos aun una futura reina de Francia. En las calles se han alzado arcos de triunfo efímeros y en la plaza del Hôtel de Ville hay fuentes de las que emana vino. La gente se agolpa en las calles para ver a esa jovencita de cabellos rubio ceniza y profundos ojos azules que saluda con efusividad. Delante de su carroza, decenas de niñas pertenecientes a las mejores familias de la ciudad marchan lanzando pétalos de flores a su paso. Marie-Antoinette se aloja en el Palais Rohan, la suntuosa residencia del arzobispo de la ciudad y miembro de la poderosísima familia Rohan, y duerme en el dormitorio reservado al Rey. Por la noche la ciudad se llena de luces, en las casas se cuelgan farolillos, por el río navegan barcas iluminadas e incluso los vitrales de la catedral parecen proyectarse a todo color sobre el cielo de la ciudad.
La Chambre du Roi en el Palais Rohan. A pesar de su nombre estaba destinada a cualquier huésped ilustre que visitara la ciudad, entiéndase con más rango que el propio arzobispo, claro.

La mañana siguiente, martes 8 de mayo, antes de partir, mientras los habitantes de la ciudad se recuperan de la resaca, la joven prometida desea oír misa, en la catedral la recibe el obispo coadjutor: un hombre en la mitad de la treintena, alto, delgado, sofisticado y repleto de frívolos ademanes, es Louis Réne Édouard de Rohan. Marie-Antoinette no puede ni imaginar que aquel hombre que la bendice al lado del altar será años más tarde uno de los protagonistas del funesto y dañino Asunto de Collar.

La prometida y su nuevo séquito de 160 personas aún tienen que recorrer más de 400 kilómetros antes de encontrarse con el Rey, el Dauphin y la Corte. En Nancy, antigua capital del Ducado de Lorena, Marie-Antoinette asiste a una misa por sus antepasados (su padre el emperador Franz I fue el último duque de Lorena antes que este territorio se incorporara a Francia). Luego pasa por Luneville y Commercy, ciudades famosas por los antaño suntuosos palacios de la Casa de Lorena. Después de pasar Bar-le-Duc el cortejo cruza un arco de triunfo erigido en Châlons-sur-Marne, poco sospecha Marie-Antoinette que décadas más tarde, y en condiciones muy distintas, cruzará este mismo arco después de que ella y su familia sean detenidos en Varennes. A la llegada a Soissons, se suceden una vez más muchedumbres en las calles, salvas de artillería, misas y fuegos artificiales. En Soissons, Marie-Antoinette espera a que la Corte se traslade de Versailles a La Compiègne.

El lunes 14 por la mañana, la prometida abandona Soissons rumbo a La Compiègne. A las tres de tarde se produce el esperado encuentro. En un claro del bosque de La Compiègne, cerca de Pont-de-Berne, una acumulación de carruajes centelleantes y coloridos escuadrones militares indica la presencia de la Corte de Francia. Marie-Antoinette desciende de su berlina sobre una mullida alfombra roja, el Príncipe de Starhemberg le coge la mano y le presenta al Duque de Choiseul, Ministro de Exteriores francés y uno de los artífices de la alianza franco-austríaca. La joven exclama “Nunca olvidare que sois responsable de mi felicidad” y el Duque contesta “Y de la de Francia”. A continuación el Rey, el Dauphin y Mesdames bajan de su carruaje. El Duque de Cröy presenta, esta vez, a “Madame la Dauphine” al rey Louis XV. Ella realiza una solemne y exquisita reverencia mientras exclama “Hermano y muy querido abuelo mío”. El monarca, con una sonrisa en la cara la alza y le da dos besos en las mejillas. Luego el Rey le presenta al ansiado prometido, el dauphin Louis-Auguste, un hombre alto, robusto, tímido y con la mirada un tanto perdida propia de un miope. Él la besa ceremoniosamente en la mejilla. Luego son presentadas Mesdames, la hijas solteronas del Rey y por lo tanto tías políticas de Marie-Antoinette, las princesas Adélaïde, Sophie y Victoire que han pasado a la historia por ser muy religiosas, increíblemente aburridas y, a la vez, el centro de todos los chismorreos que había en Versailles.
Momento de la llegada a La Compiègne en la película de Sofia Coppola. En la realidad hubo, seguramente, muchísima más gente en el lugar. 

Mapa del Bosque de La Compiègne (1729). La flecha amarilla indica la carretera hacia Soissons, el punto azul el claro del encuentro y el punto rojo la ciudad y el Château de La Compiègne. El norte está en la parte inferior del mapa.
© Gallica / Bibliothèque nationale de France.

El joven dauphin Louis-Auguste (1769) pintado por Louis-Michel Van Loo.

En un mismo carruaje Marie-Antoinette, el Rey y el Dauphin recorren los pocos kilómetros que les separan del Château de La Compiègne, uno de los pabellones de caza favoritos de Louis XV y que ahora está sufriendo importantes trabajos de ampliación. El Rey charla animadamente con la novia, el Dauphin, en cambio, permanece silencioso, habla latín, italiano, inglés y un poco de alemán, pero nadie le ha enseñado qué decirle a su futura esposa.
Patio de entrada del Château de La Compiègne (hacia 1770). El castillo sufrió constantes cambios durante el reinado de Louis XV. A la derecha el castillo viejo (con una nueva fachada de 1730s) con los aposentos del Rey. Enfrente la nueva ala de los años 50, que probablemente contenía las estancias del Dauphin y de la Dauphine. En el extremo izquierdo el nuevo pabellón de entrada erigido a finales de los 60 que servirá de modelo al nuevo patio de entrada construido bajo Louis XVI.

En el Château de La Compiègne se le presentan a la Dauphine los llamados Princes de Sang (Príncipes de Sangre, miembros de la alta nobleza emparentados con la Familia Real). Primero el todopoderoso Duque de Orléans y su hijo el Duque de Chartres, que mas tarde será el famoso Philippe Égalité, uno de los más acérrimos enemigos de Marie-Antoinette durante la Revolución. Luego el Príncipe de Condé, famoso por su fastuoso castillo en Chantilly y el Príncipe de Conti, conocido por su firme oposición a la política absolutista del Rey. Y finalmente el anciano Duque de Penthièvre, que se rumorea que es el hombre más rico de Francia y su nuera, la encantadora viuda la Princesa de Lamballe, que se convertirá en una de las grandes amigas de Marie-Antoinette.

Cae la noche y tras un agotador día con sobredosis de presentaciones, todo el mundo se retira a sus aposentos, el Dauphin y la Dauphine en habitaciones separadas, aún no es su noche de bodas. Esa misma noche Louis-Ausguste escribe en su lacónico diario personal Entrevue avec la Dauphine” (Encuentro con la Dauphine).